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Higinio

Miedo para gobernar mejor.

Maquiavelo lo sabía muy bien y recomendó al Príncipe el manejo del temor para llegar y retener el poder. Algunos, antes, ya lo habían intuido y lo habían ejercido con fruición. Sí, el miedo ata al subordinado y permite gobernarle mejor. Lo que ya resulta más difícil de digerir es que en lo que llamamos Democracias modernas, sea también un mecanismo del gobierno usado a discreción y, en ocasiones, como la fórmula más adecuada.

La experiencia de los últimos diez años es clara: el terrorismo y su manejo mediático -ya hablaremos más adelante de la mentira en el "cuarto poder"- han bastado para recortar libertades ampliamente, reforzar el gasto público en aspectos poco "sociales" y filtrar cual lluvia fina una ideología de la seguridad como única o, al menos, primera razón de estado. Un miedo se nos va y otro se nos echa encima: terrorismo, crisis... gripe. Tenga usted el gallinero sobresaltado por el águila o por el zorro y podrá entrar mejor el matarife a escoger la pieza.

Así que ¿dónde está el límite de la seguridad exigible a un gobierno? No hace falta ser un "hobbesiano" convencido para aceptar que la seguridad del grupo es una de las razones del origen del gobierno en el grupo. Pero no la única: la supervivencia del colectivo no es siempre frente a otros grupos -la competencia- también lo es frente a un medio físico hostila que hay que afrontar... o, la inaplazable urgencia de abastecerse, de allegar recursos. Así que las habilidades del gobernante no se limitan a tener músculo y armas: debe tener otras "inteligencias".

La inseguridad es una situación indeseable para el individuo y para cualquier colectivo. Pero dado que el destino último de cualquier mortal es la muerte (y ese destino está al cabo de otros "transitorios": felicidad, goce, reproducción...) lo único que se puede hacer es retrasarla razonablemente. Así que la inseguridad debemos presentarla como "incertidumbre", como desconocimiento "cierto" del futuro. Aunque usemos herramientas que rebajen esa incertidumbre al "prevenir" las situaciones y aproximar medios para enfrentarlas, siempre queda la posibilidad... eso sí, como menores probabilidades.

No se trata de traer a primera fila el fatalismo. Se trata, más bien, de aceptar la incertidumbre como característica permanente y definitiva para dar al gobernante margen en su labor de afrontarla y minimizar el impacto de ese futuro sobre el grupo. Pero no le podemos exigir que la reduzca a 0. Ni culparle de que no pueda hacerlo. Seamos serios, por favor...

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