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Higinio

¿Qué votar? ¿A quién votar? (4) Paquete Ingeniería de la Unidiversidad

Paquete Identidad Ulós?, en traducción al castellano, Identidad ¿dónde está? desde el bable oficialmente oficial e impunemente empujado a primer plano o ¿son las masas asturienes (así, con le e) las que puxen por él?.
El envoltorio, también colorista de narices (desde el fucsia al blanco, con todo el arcoiris: el rojo bastante disminuido en extensión, desde luego) deja entrever muchas cosas y ¡cagóntal! que merecerían mejor jefe de ventas.
En ese cachivache que vengo llamando Política Exterior es seguramente el que aparenta un mayor cuidado y sentido común: llamábase antes “antiimperialismo” aunque los fabricantes de la competencia lo llamaban “tercermundismo”. Bueno, que lo llamen como quieran: el juguete es, antes que nada, un canto al antibelicismo y por eso mismo merece la pena adquirirlo. Hay, sin embargo alguna “extensión” del juguete que sobra o parece chorra del todo: es esa que sirve para jugar a “pueblos unidos jamás serán vencidos”: la extensión parece que va necesariamente con el juguete (no sé si es para luego sustituir el producto por este nuevo o qué). Es ese juego que sacó la competencia hace más de siglo y medio: “lucha de los pueblos por alcanzar el nivel de Estado” (más o menos allá por 1848). Consta de un tablero con el mapa de Uropa y unas 300 fichas a las que en principio se les reconoce el mismo valor, pero una vez puestos a jugar resulta que hay categorías: unos son “históricos” y “oprimidos” y otros “recién salidos a la historia”. El juego es totalmente azaroso: las únicas normas son que se “escuche a todos”, “que participen todos” y que “no haya violencia entre ellos”. Aviso: en esta extensión parece que han trabajado laboratorios que, en apariencia vienen de aquella corriente que se llamó trotskista pero en realidad, fue el aparcamiento de numerosos anarquistas. Muy legítimo, pero téngase en cuenta que esos mismos laboratorios dieron en los 80 los brokers yuppies.
Los mejores cachivaches y que funcionan son los que tienen que ver con eso que llamaríamos Política Social siempre que se tuviese en cuenta la realidad (los pies en el suelo, vamos) y se sancionase duramente a los vagos, segundo y terceroportunistas que aprenden a vivir del cuento con bienes públicos. También funciona bien, muy bien, el cachivache de Política ecológica aunque debe atarse corto, muy corto a paleolíticos irredentos e insensatos que son capaces de hacer la revolución en cuestión de horas. Aquí, desde luego y aunque la prisa aprieta, hay que ser gradualista, pero aunque sepamos “vivir la contradicción” en algún momento hay que salir de ella: defender el carbón a ultranza y el fin de las emisiones de CO2, por ejemplo, requieren tiempo para solucionarlo, pero no para gastarlo en el doble mensaje según la audiencia.
Ese doble mensaje según audiencia (votante en elecciones sindicales o votante en elecciones parlamentarias) es la contradicción que hay que resolver y pronto. Porque las contradicciones que tumban al sistema no son, desde luego, las que tumban a una opción política que debería ser más seria.
Reconozco que la hipercrítica de quienes andamos/anduvimos por las cercanías de la fábrica de este paquete nos pierde. Pero nos pierde más el amor a la gaita y al tambor, y al pluralismo de los discursos múltiples porque se supone (mal) que todas las voces son igual. Y un jamón. El tontolculo que tiene toda la libertad y el respeto por su derecho a opinar, no puede ¡encima! pedir tener el mismo derecho a que su opinión se mantenga sin más. Se respeta al opinante y su derecho, no a su opinión (y yo aquí, lo reconozco, lo etiqueto de tontolculo a priori, pero es que....¡joder!)
La Política interior (por llamarla como hicimos en otros paquetes anteriores) tiene aspectos positivos, pero es, en general, propia de quien estudió el Tercero de Bup en época de huelgas indefinidas. Me explico: en ese curso se daba la Historia de España que (en el Bup ya eran profesores y textos muy diferentes de las Enciclopedias anteriores) casi nadie daba el programa entero. Y así, unos se quedaban en Pelayo, otros en los reinos de taifas, otros en la época imperial y alguno llegaba al XIX. Casi nadie al 36. Y no conocerlo y jugar con mecheros en el pajar es propio de imbéciles. Pues ese desconocimiento de algo que, convengamos en llamarlo España, lleva a “inventarla” continuamente por cualquier indocumentado que, además, pone etiquetas a los otros. Así hay “desmadrazados” que son capaces de hablar de Euskadi pensando que existió siempre (aún sin identificar pueblo, nación y territorio, que entonces ya, además de imbécil sería gilipollas) cuando existió sólo unos meses cuando la II República española y estos últimos 25 años. Lo que había antes eran territorios que lo mismo que se agregaban se desagregaban. También se inventan “sujetos políticos” para referéndums en una perversión del concepto “democracia”: además de pueblo (demos) es cratos (poder); y todo poder, sin norma sabemos en qué acaba. Y es que sin reglas no hay juego.
Parece que me alejo del paquete pero ¿se puede estar en un gobierno que rompe las reglas de juego y seguir defendiendo la democracia? ¿No es propio de indocumentados eso? ¿No es peligroso dar más respaldo a quién trabaja así? Aquí el más tonto hace encaje de bolillos: todos buscan “refrendarse” en cada consulta: el Carod, o el Trillo. Inicialmente Únicos también. Me da pena tener que dudarlo, pero con postulantes de un federalismo que ni saben lo que es ni qué significa temo que el juego se vendría abajo. Finalmente, y al igual que el paquete rosa del Podemos Si Oís Estohay muy poco sentido común y ningún discurso serio (por más que el contrario, el de los azules sea un discurso que huele a mierda seca y además lo imponen comol “el tema”) sobre la articulación del Estado. Y al peligro de dejar en manos de los azules (por abandono) el tema, se suma la ignorancia y el discurso Imposible Unificarlo de un federalismo igual/desigual, de pueblos-comunidades históricos/ahistóricos, que más que arcoiris (pues unido da el blanco) es una jaula de grillos imposible de “acordar” para crear una melodía atractiva.
¡Qué pena! ¡Qué buenos electores si oviesen buenos elegibles! O al menos, creíbles.

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