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Higinio

La inconveniencia del discurso antisindical.

Hace ya tiempo que se vienen propalando la insidia contra el sindicalismo en la figura de los sindicatos y, en concreto, de los liberados. La idiotez de la presidenta madrileña es sólo un hito cercano, oportunista y muy propio de quien no tiene razones sino bastones. Lo mismo tantos contertulianos especialistas en todo y diplomados en berrea.

Fui liberado durante dos años hace ya 20 y ya entonces se decía "¿dónde están los sindicatos?". En aquel entonces intentando adaptarse a la evolución rapidísima del sistema de relaciones laborales en un mundo que empezaba a hablar entonces de globalización y eso; que en España aún no había cerrado la creación del Estado del Bienestar (por lo que peleábamos: peleamos en diciembre del 88 y...)

Los sindicatos estuvieron ahí, fueran más visibles o no; equivocándose y teniendo aciertos; intentando llevar adelante los derechos de los trabajadores. De todos, trabajasen o no. Y de aquellos que habían sido trabajadores (pensiones, prejubilados...). Sí, peleando por todo ello. Y los liberados, la mayoría, desprendiéndose de vida familiar y hasta social en ello.

Recuerdo que yo dejé el puesto de trabajo a 20 km de casa (20 minutos en coche) en un horario de lujo (de tarde) por la "liberación sindical": más de 12 horas fuera de casa (salía en el tren de las ocho hacia Oviedo y volvía en el de las 8 de la tarde de Oviedo... con una hija recién nacida durante mi "liberación")... Creía en ello, peleé a veces a ciegas pues era un novato. Los cuatro que estábamos en la brega sacamos adelante la campaña informativa de un cambio en el sistema retributivo del profesorado... frente a la agresividad de otros sindicatos "anti" que luego se sumaron entusiastas a la propuesta cuando se aprobó. De aquella batalla me quedó un castigo por ese sindicato opuesto: el destierro durante un año a Palma de Mallorca al negárseme una comisión de servicios a la que tenía el mismo derecho que el resto de compañeros a los que se les concedió.

Aprendí mucho en los dos años en el sindicato. Tal vez más de lo que yo di al sindicato con mi inexperiencia. Pero luego, en los diez años siguientes en mi puesto de trabajo fui un sindicalista sin liberación hasta donde pude. Fue, precisamente, una derivacion "política" y estúpida de mi sindicato la que me apartó voluntariamente de la primera línea. Quien siga este diario en bitácora sabrá de mi fobia al nacionalismo. Una pena. Pero no me borré del sindicato ni provoqué escisiones ni nada así (como hicieron otros compañeros más "concienciados" pero que dañaron a la organización mucho recientemente). No lo podría hacer; y no sólo por sentimentalismo.

Hay que estar organizado, pero no hay por qué seguir consignas idiotas, extravagantes o alejadas del interés de los trabajadores (y ciudadanos). Por eso sigo. Por eso voy a la huelga el próximo día. Por eso reniego del discurso antisindical. Por eso, recuerdo a quien lo quiera saber, que sin los sindicatos estaríamos mucho peor. ¿Por qué? Porque de las relaciones laborales de la época de los inicios industrializadores salimos no por la gracia de los "empleadores" sino por la lucha organizada del movimiento obrero. El sindical y el partidista. Ahora, el partidista está un poco más preocupado por movimientos extravagantes cuyo radicalismo es más filosófico que real. Lástima...

Yo, voy... (el 29 de septiembre de 2010)

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