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Higinio

La lluvia fina de los políticos populistas (y estúpidos)

Ciertamente habrá poca confianza en los políticos actuales y en activo a la vista de comentarios de calle o barra de bar, del movimiento 15-M (los "indignados"), o las encuestas mil que florecen en cualquier estación del año.

Pero la política sigue siendo una pasión casi como el fútbol gracias -como en ese deporte- a los medios de comunicación que amplifican el discurso de esos hombres públicos (y, de muchos de ellos querría que fuesen el masculino de la "mujer pública").

Un aspirante a político se hace popular mediante la televisión, la radio o la prensa. No tiene más que "venderse" (vuelvo a lo del masculino de "mujer pública") como joven, no manchado, valiente (en España se confunde a menudo valiente con temerario con bravucón: "con dos cojones") y ya empieza a llover fino para calar. Como hay medios de comunicación suficientes para sostener ese populismo y que abonó en su época El Caso (no los medios del movimiento, que sólo tenían sentido, como hoy en la prensa local y regional, por las noticias de casa), pues el político, ese "hombre público" agiganta su figura.

Hormaechea, Gil y Gil, Zaplana... ya no están, pero anda que no tuvieron cancha. Hoy hay decenas, desde el que está en Valladolid hasta el que nunca debió salir de allí, pasando por la nueva hornada que se reveló en las recientes elecciones.

Pero ya me estoy alargando. Uno de los mensajes que cala con mayor facilidad es el que enfrenta a lo propio con lo extraño. Sí, el nacionalismo. No hay nada más populista que eso: ni siquiera la exigencia de nacionalizar la banca o colectivizar la producción. Esto ya no se lo cree nadie pero aquello casi todo dios.

Diga usted primero que lo que tiene fulanito (AVE, Palacio de Exposiciones y Congresos o la Feria de o festival de sobacos sudados) es de justicia tenerlo "aquí. Luego confunda churras con merinas para mostrar que es perfectamente posible... aunque no hable de dineros más que diciendo que "quítese de aquí o de allí" y ya está. El tercer paso es avivar el sentimiento de "deprivación relativa" añadiendo más casos de injusticia tanto en el pasado como en el futuro (que se conoce ya, claro está). En cuarto es empezar a hablar de una nueva fuerza política (para estimular a las existentes a torcer hacia ahí, especialmente si el caso roza la "seguridad pública": inmigración, desastres naturales -que el gobierno suele tener culpa de ello- crisis económica y paro, delincuencia...) y, por último, encuestas, muchas encuestas que fabriquen resultados (nunca se muestra la ficha técnica) para titulares de prensa si no es el caso de encuentas a pie de calle que seleccionan las respuestas.

El caso es que, al final, puede salir lo que es noticia hoy en la prensa española, aquí en El País, El Periódico de Cataluña, o La Vanguardia (el resto de la prensa juega más al titular que a la información) . Esto tal vez tenga que ver con la ambigüedad con la que se mueve el nacionalismo secesionista para nadar, guardar la ropa y ganar tiempo. Donde ERC principal valedor del independentismo catalán se hunde, un nacionalismo de derechas, autonomista, anuncia "el concierto" y arrastra al votante hacia el independentismo que sólo quiere mayor autogobierno (el concierto económico, que como se sabe es lo que mejor va a la solidaridad de los catalanes para todos... como la vasca, también muy solidarios... pero con lo que no sea español).

Bien. Estimulemos ese nacionalismo separatista entre Garcías, Fernández, Menéndez y González hablando de pasta, que es lenguaje universal. Luego, con una izquierda española (lo de izquierdas pegaría más, pero no sería como dice el profesor Bueno: serían izquierdas individuales, cada individuo es una izquierda) que asume el principio de las nacionalidades (del XIX aunque formulado por un Stalin en plan teórico -que no práctico- sin diferenciarlo de lo que hacía el muy capitalista Wilson) acríticamente. Eso sí es política de izquierda pues lleva la palabra "pueblo". Pero ¿pueblo-clase o pueblo-unión sagrada?

Mientras la izquierda se empantane en ese debate, confunda tradición con historia y se mantenga en confederalismo proudhoniano no tenemos nada que hacer quienes creemos en la igualdad, la libertad y la solidaridad. Combinadas pero en ese orden...

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