Símbolos...
... y otras tonterías.
El símbolo es una creación humana. Seguramente la creación humana más lograda. El arte es su consecuencia.
Dicho esto, hay símbolos y símbolos. No tanto por el significado como por la función. Y es aquí donde empieza mi reproche. La tribu necesita un pendón para marchar tras él. El problema es quién lo lleva, con qué dirección y para qué objetivos.
Esos trapos de colores y con dibujos varios llamados banderas son ejemplo del asunto que tratamos. Creados en unas determinadas circunstancias y momento, pretenden ser luego un libro de Historia. Falso: responden a intereses bastardos siempre más allá del momento y circusntancias en que se crearon. Es decir, poco después ya no son nada realmente más que mito. Y el mito debe ser combatido por salud pública.
Ahora bien. Combatir esos trapos, como combatir monumentos, documentos... que tienen "simbolismo" es algo mal visto y hasta penado por la ley. Por la ley que respalda el símbolo, claro está. Y por las turbas que lo aceptan como algo propio de su ser.
Véase si no en este Estado reconocido internacionalmente como Reino de España (que podemos aceptar o no, pero es una realidad, de momento...). Se puede uno burlar, ciscar, ensuciar, pisar robar, quemar... la bandera bicolor y no pasa gran cosa. Pero a nadie se le ocurra hacer lo propio con una de las banderas de las entidades menores (secuela de los reinos de taifas medievales) porque aquí sí se arma la gorda. Es una cuestión sentimental y nada más. ¿No se dice que uno se siente "nacional" o "español"?
Las comunidades políticas necesitan ritos y símbolos, cierto. Los necesitan para "religar" al conjunto de individuos. Por eso adoptan formas religiosas y liturgias muy parecidas. Una de ellas es "celebrar" más o menos sacralmente alguna fecha. Por ejemplo, hoy, en España, el día de la Constitución, la ley máxima que nos rige.
Bien es cierto que se han burlado de ella hasta las más altas instancias con la reciente reforma exprés por imperativo europeo. Es decir, una muestra clara de la cesión de soberanía que exige ese tratado si bien no aparecía en el Tratado de Lisboa y su desarrollo. Pero esa burla no puede ser la justificación (o sí, pero sólo justificación, no motivo suficiente) para el rechazo que año sí y año también muestran sujetos políticos que se benefician de ella. Hay hipocresía, demasiada hipocresía en ello.
Y no sólo porque la festividad que ellos defienden no pueda ni deba ser violada. Que un Onze de setembre, o un Aberri eguna, un día de las Comunidades... sea vilipendiado es grave. Es mucho más grave no reconocer que si se puede celebrar es debido a la Constitución.
Supongamos que su celebración es en un marco ajeno a la Constitución. Es decir, en independencia plena. ¿Tendría un significado diferente? No. Entonces, ¿a qué tanta inconsecuencia? A simbolizar con el rechazo, un grado más alto de su particular y sectaria celebración. Con su pan se lo coman.
Por mi parte, y desde la racionalidad, los símbolos por su valor estético. Por el político, en el retrete y a solas. Todos.
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