De visita a las tropas
Hubo una época, en que a los soldados de misión en lejanas tierras recibían la visita de una estrella femenina que, con ella, llevaba el apoyo de todos sus seguidores connacionales además de sus propios atributos. Nombres hispanos de esa constelación femenina fueron Carmen Sevilla o Marta Sánchez, por ejemplo. Esas chicas, además de su compañía fugaz en cuerpo y alma, dejaban en la tropa un recuerdo que, junto a la inevitable foto o calendario, humedecían algunos momentos de relax entre combate y combate. (Lo de las misiones humanitarias es muy reciente)
La postmodernidad más postmoderna tras el 11-S (y no precisamente el de 1714 ni el de 1970, que la historia/Historia recomenzó ese día del 2001) ha dado, en este asunto, un paso más en la anulación del individuo que nació en el Renacimiento (con carne, hueso y acaso alma), para traer el homo nuovo, todo él minimal. Y un ejemplo lo tuvimos recientemente. Ahora son dirigentes políticos (con muy poco sexy, por cierto) los que van a visitar a esos lejanos héroes a la fuerza. Tengo para mí que la humedad ahora será también de otro tipo y saldrá de otros órganos. A no ser que, efectivamente, estemos ante el hombre nuevo, de poliestireno con goretex.
El emperador inició el espectáculo en estas fechas de recordatorio obligado. Se hizo la foto con un pavo (algunos dijeron que de plástico, tal era su brillo; otros apuntaron que el que era de plástico era el propio emperador), enseñó sus profidientes y volvió pronto a casa porque el olor a lentejas no debía de apetecerle. Esas lentejas que son puro pueblo español (¡Viva Honduras!), con chorizo (¡Viva El Salvador!) y que fue el menú conque el 3 de bastos (baraja Azores) se hizo la foto. Una foto que tras las declaraciones del que mandaba huevos en el Congreso asegurando con total certeza que Sadam está preso en Bagdad ya no tenía el aura del esforzado líder que se arriesga puesto que el peligroso criminal que dirigía la resistencia (o terrorismo sin más, depende de qué lado lo miremos) había sido rescatado de su zulo.
El viaje del relámpago de Valladolid se hizo con extremadas medidas de seguridad, como corresponde a una persona principal. Y con total secreto, como corresponde a quien lleva la sorpresa, el regalo: los soldados españoles (¡Viva España!) recibieron esos regalos (¡Qué curioso!) que no llegaban en el trineo tirado bien por renos, bien por 42 Yaks de ese vendedor que, cuando va de rojo vende Coca-Cola, y cuando va de verde, teléfonos.
La postmodernidad más postmoderna tras el 11-S (y no precisamente el de 1714 ni el de 1970, que la historia/Historia recomenzó ese día del 2001) ha dado, en este asunto, un paso más en la anulación del individuo que nació en el Renacimiento (con carne, hueso y acaso alma), para traer el homo nuovo, todo él minimal. Y un ejemplo lo tuvimos recientemente. Ahora son dirigentes políticos (con muy poco sexy, por cierto) los que van a visitar a esos lejanos héroes a la fuerza. Tengo para mí que la humedad ahora será también de otro tipo y saldrá de otros órganos. A no ser que, efectivamente, estemos ante el hombre nuevo, de poliestireno con goretex.
El emperador inició el espectáculo en estas fechas de recordatorio obligado. Se hizo la foto con un pavo (algunos dijeron que de plástico, tal era su brillo; otros apuntaron que el que era de plástico era el propio emperador), enseñó sus profidientes y volvió pronto a casa porque el olor a lentejas no debía de apetecerle. Esas lentejas que son puro pueblo español (¡Viva Honduras!), con chorizo (¡Viva El Salvador!) y que fue el menú conque el 3 de bastos (baraja Azores) se hizo la foto. Una foto que tras las declaraciones del que mandaba huevos en el Congreso asegurando con total certeza que Sadam está preso en Bagdad ya no tenía el aura del esforzado líder que se arriesga puesto que el peligroso criminal que dirigía la resistencia (o terrorismo sin más, depende de qué lado lo miremos) había sido rescatado de su zulo.
El viaje del relámpago de Valladolid se hizo con extremadas medidas de seguridad, como corresponde a una persona principal. Y con total secreto, como corresponde a quien lleva la sorpresa, el regalo: los soldados españoles (¡Viva España!) recibieron esos regalos (¡Qué curioso!) que no llegaban en el trineo tirado bien por renos, bien por 42 Yaks de ese vendedor que, cuando va de rojo vende Coca-Cola, y cuando va de verde, teléfonos.
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