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Higinio

¿Sueñan los imbéciles con cabras eléctricas?

No lo sé, pero el futuro que resulta de su diseño bien puede ser tan asfixiante como en la novela de Phillip Dick. Eso sí, ¿qué les vamos a decir los humanos ciudadano a ellos que han visto las lunas de la nación?
La literatura de ciencia-ficción nos habla siempre de otros mundos, pero están en este, que decía –creo- Paul Eluard. Y tanto.
Y ficción es la patraña nacionalista que los imbéciles sueñan. ¿La nación es lo natural, como dicen? NO. Y aunque lo fuese ¿qué? ¿Somos nada más que animales?
La nación es una construcción –irracional en buena medida- social. Y su legitimidad no ha de venir de una supuesta acomodación con la Naturaleza. Si acaso con algún aspecto “natural” de la sociedad: la regresión a estadios “más manejables” de asociación en torno a la sangre y la familia. Y el de la territorialidad como animales que estamos estrechamente atados a los recursos, siempre escasos. Ahí radica lo natural de la idea de nación. A partir de ahí todo es artificial y artificioso.
Los símbolos para aglutinar a los congéneres con los que se comparten esos rasgos “naturales” de sangre... incluso la forma concreta de la capacidad “natural” del lenguaje: la lengua. Eso es “artificial”.
Y lo es el mito del pasado que soporta el (siempre a priori) futuro: el futuro diseñado exige un determinado pasado: de desgracia y penuria (con algunas gotas de heroísmo) para los “futuros de liberación”; de héroes y victorias para los “futuros imperiales”. Siempre igual. En todos los sitios igual: el discurso de “queremos ser/seremos porque hemos sido.
Y lo es la forma de aglutinar las voluntades de construir país. Sea en movimientos, sea en grupúsculos conspiradores. La voluntad, el deseo... Una pulsión animal perfeccionada por el humano que la transforma en querer y querencia a través de una racionalización que incluye el cálculo y no se limita sólo al impulso instintivo.
Y si al decir de los posmodernos, (artificieros contra la modernidad ilustrada del universalismo igualitarista) todo, T-O-D-O es símbolo y la cultura un texto “deconstruible” pues artificial y artificioso.
Así que de natural, nada. Mal que le pese a X. Rubert de Ventós que reniega de esa “construcción artificiosa” que fue el Estado.
Pues yo bendigo y aplaudo el Estado. Él me hace ciudadano (humano con derechos y deberes) y me libera de ser súbdito de la tribu.

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