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Higinio

Diatriba por la educación (4)

Todos los elementos que intervienen en el proceso social que llamamos “educación” son tanto sujetos agente como sujetos paciente. Con ello quiero avanzar que las reponsabilidades (para bien y para mal) están repartidas, si bien con una atribución diferente en razón del peso de la influencia de cada “parte” en el proceso final. Como es obvio, los males también los pagamos todos en grado también diferente: no es lo mismo el fracaso “profesional” de un político que el fracaso “profesional” de un trabajador de la enseñanza o, definitivamente, de un estudiante en su vida laboral.
Fui un defensor (y militante) de la LOGSE en sus aspectos rupturistas con la enseñanza “diferenciada” a edades tempranas de la anterior Ley General de Educación (Ley del 70). Y eso que esta ley la viví “del lado bueno”: el BUP y en un colegio privado subvencionado a manos llenas por el nacionalcatolicismo del régimen. Cuando éste se acababa y en el ínterim, el episcopado subvencionaba esa institución educativa, devolviendo así “algo” de lo que había sustraído a las gentes cristianas desde el origen de los tiempos (de nuestra era, claro).
Pero también me había tocado algo la ley anterior que venía de muy lejos (más de un siglo) con retoques “políticos” con los cambios de régimen a lo largo de la historia contemporánea de España. Así, pues, me tocó una escuela rural poco diferente de la que vivieron mis padres o mis abuelos. En concreto, al lado del aula de los niños, estaba el aula de las niñas, cuya maestra lo fue de mi madre y de mi hermana: su método no cambió hasta su jubilación en 1992. De esa escuela franquista total, recuerdo la “mano dura” de dos resentidos por su destino en el pueblo: un gallego que sabía diferenciar –como buen maestro de pueblo- los hijos de quienes le aportaban “cesta” y de quienes no; y un fracasado en Filosofía y Letras que introdujo el boxeo como práctica deportiva (y el baloncesto, y el cross...) empezando por el kikboxing con los alumnos. Recuerdo, también, la “integración” propia de la escuela rural hasta los 14 años. Me sacaron de esa integración con 11, tras hacer 5º curso de Primaria (curso 71/72). O sea que me encontré con la EGB en mi nuevo centro tras haber realizado ya dos veces el 5º curso: uno “antes de la edad” porque venía bastante bien preparado (sabía leer y escribir) cuando me incorporé a la escuela en 1966); la segunda vez que hice 5º de Primaria fue con el boxeador porque la nueva ley ya imponía curso y edad correspondiente. Pero en el nuevo centro, la “falta de madurez” “demostrada” en unos exámenes de ingreso en el verano del 72, me obligó a repetir 5º a pesar de las magníficas calificaciones (salvo en E.F) que llevaba de la escuela. Así, pues, empecé la EGB con un despropósito. Pero la terminé y terminé el BUP bien. Creo que muy bien.
Pero luego, en la Universidad vi más allá. Vi gentes que no habían estado en la privada y eran más competentes que yo en muchos aspectos que eran fundamentales para andar por la vida. Por ejemplo, el conocimiento de la realidad social inmediata con ojos críticos (todo el mundo sabe que la Iglesia sólo es crítica con lo que atenta a su hegemonía. No era el caso durante el franquismo). Y muy pronto vi gente que no había tenido opción de “estudiar” y habían sido empujados a un oficio: vecinos y otros que se me fueron cruzando en la vida. Hasta lo viví en la familia: una mente tradicional (y recursos menguados) son las causas de que estudiase yo, pero no mi hermana.
La LOGSE aparece cuando estoy dentro de esta profesión de “enseñante”. Llevo cuatro años en ella y un aprendizaje acelerado de los defectos de la ley “vieja” pero también de nuevas necesidades. Entonces me doy de bruces con ella....

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