Separatismo indignado
A estas alturas de la historia, nadie con un conocimiento serio del funcionamiento de las sociedades puede sostener que la legitimidad de las reivindicaciones vaya acompañada siempre de una moralidad impoluta: los intereses particulares confluyen y se aprovechan de las sinergias en el proceso reivindicativo.
En la primavera francesa de 1789 convergen intereses muy diversos que responden a posturas de clase se llamen como se quieran llamar: no hace falta tirar del materialismo histórico para dilucidarlo. Una parte de la nobleza se suma al malestar que otra parte de la burguesía venía sintiendo por la forma de gastar los dineros y las escasas posibilidades de participar en la dirección política. Con ellos y al frente de esa "alianza" están voceros cualificados de ese sentir convergente y que pactarán una acción común. La respuesta de Sièyes a la interrogación de qué es el Tercer Estado, muestra tanto el deseo de señalar una fuerza imparable y distinta de los otros dos brazos de los Estados Generales, como de aglutinarla para dar el paso.
La gente de a pie, que siente y padece de manera diferente lo que enojaba a los que inician el proceso es la que pone la fuerza: es la carne de cañón que tan bien sabrá emplear Napoleón una década después. A poco de comenzar la agitación, aparecerán desde la burguesía voceros para esa indignación. No tengo por qué dudar que los que acabarán conociéndose como jacobinos estaban convencidos de lo que hacían. Pero objetivamente cayeron en la deriva autoritaria y la violencia más dura contra casi todos; contra ellos mismos también.
¿Era la indignación contra Luis XVI y su esposa -que se hizo odiosa, sin duda- de igual calidad, es decir, en su fundamentación, para la nobleza, la burguesía y la gente de a pie (campesinos, obreros, artesanos, comerciantes...)? NO. Y es innecesario adentrarse en su análisis. La inmensa mayor parte de esas gentes de a pie (convencionalmente llamada "populacho" como parte del "pueblo"....) sentía aún el respeto reverencial de sus antepasados por la Monarquía... acaso más matizado en algunos sujetos de entre ellos: valentones y fanfarrones siempre los hubo sin necesidad de que éstos fuesen más conscientes y conocedores de lo que hacían.
De entre la burguesía, había quien quería tirar la Monarquía por un republicanismo racionalmente bien concebido; como quien deseaba sólo modificarla pues debería seguir siendo garante del orden... y quien temía que las cosas se desbordasen, como así pasaría.
Indignados muchos. La indignación distinta. Los políticos, es decir, quienes manejaron la situación, con sus intereses propios. Lo que no quiere decir ni ilegítimos, ni personales sin más. Pero encauzaron esa indignación diferente y diferenciada en una línea convergente que llevó a derribar la Monarquía tras haberla modificado... traer una República, etc.
Me viene esto a la cabeza cuando casi tres semanas después me paro a mirar lo que fue "La Diada" 2012 en Barcelona (más de medio millón de personas en la calle pidiendo independencia: tal vez el 10% de la población de toda Cataluña) y las estadísticas que salen un día y otro también sobre la aceptación de la independencia, la evolución del sentimiento independentista, etc.
La torpeza del gobierno central (este y los anteriores también) en la gestión de un contencioso político de larga trayectoria y siempre actuando desde el chantaje secesionista, también tiene que ver. No sólo son niveles de autogobierno (la única meta es el Estado propio, obviamente) o la cuestión de los dineros y su gestión integral (la solidaridad del rico en el límite, por supuesto) lo que se planteaba en la Diada y se plantea ahora. La indignación de los manifestantes y de tantos que no se manifestaron es con una crisis que golpea su vivir diario bastante más que su sentimiento identitario.
Cuando los políticos aciertan a encauzar la indignación, en un primer momento pueden sonreír y sacar adelante sus proyectos. Se ve en las elecciones habituales. Otra cosa es dar trigo después de predicar. Un Mas exultante fue a Moncloa a mostrar y comentar la foto del "11 de setembre" pero no a negociar: como mucho a exigir desde ese respaldo plebiscitario en la calle.
Bastó jugar adecuadamente el asunto del déficit fiscal (pensado a la alemana): las transferencias a otros territorios no puede menoscabar la posición en el ranking de riqueza... aunque las diferencias en la cartera de servicios o el despilfarro no entren en la cuenta global. Decir: somos más pobres o estamos endeudados por culpa "de ellos" es un arma eficaz, aunque sea una falacia que oculte chanchullos mucho más perniciosos para lo público en Cataluña que ese "déficit fiscal" en el que no cuenta tanto la producción en, como tributación de empresas radicadas en... cuyas ventas suponen más del 66% gasto de los otros españoles. Por cierto que las grandes empresas y algunas medianas con el mercado español expectante están alarmadas... no así aquellas cuya etiqueta "made in cat" supone monopolizar el mercado de más de 7 millones de consumidores cautivos por el sentimiento nacionalista.
Esa indignación contra la crisis es la que ha permitido que de un 20% se saltase al 49% de favorables a la secesión... a pesar del gran error del Estatut. Error no sólo por su gestión, sino por el mismo comienzo, prometido por una izquierda más nacionalista que izquierda. Si es que lo fue en algún momento: son los herederos de la gauche divine, esa fracción de la burguesía catalana que quería desplazar a otra fracción más franquista y que llevaba harto tiempo en los puestos clave. El presente de ese PSC es una ruptura en puertas en la que el 20% catalanista antes que socialista se irá y peleará judicialmente por las siglas. La "marca" IU en Cataluña, ICV, ya ha apostado por "la autodeterminación de los pueblos" antes que por la lucha de clases. Será porque si se reduce el marco de la lucha... la guerra se puede ganar en una sola batalla.
Y, por una vez en los últimos 40 años, el independentismo catalán da lecciones al vasco: un atolondrado Urkullu, dice hoy lo que mañana niega... y esos llamados "de izquierda" (de la que sólo está claro el antiespañolismo, ni siquiera ha de ser franquista: aplaudieron el asesinato de socialistas como de conservadores), ahora, también quieren ocupar la calle para su legitimación inapelable... y, de paso, pedir la amnistía para asesinos convictos y confesos.
Indígnate, pero que sepas que te guiarán y se aprovecharán de tu indignación... a poco que les dejes o no seas consciente de que las banderas, trapos son.
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Adolfo -