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Higinio

Oficialidá… pa qué’y, ho? (2)

No es novedad que se diga aquí. La lengua “asturiana” realmente existente, está en la calle y la habla, mejor o peor, el 80% o más de los que han nacido y viven en Asturias (y es difícil desprenderse de ella incluso afuera). Pero eso no es el bable. Es producto de esa diglosia tan denostada (pero tan positiva, como el mestizaje) y acaso más dialecto del castellano que del bable. Es el resultado de una acomodación de la lengua más difundida a la particularidad local y del entorno más inmediato de sus hablantes.

Y no pasa nada.

Bueno, hasta que llega esa gente estudiada, en la Facultad de Filología. Y buena parte de esos licenciados lo son porque esa carrera se le supone, como a las letras en general, que es una carrera fácil… y como hay que hacer carrera, pues como cuando se hace bachillerato: el de humanidades, que es el fácil.

Viene luego todo lo demás. Otras carreras “fáciles” (los simplistas actúan así), como Historia “descubren” el carácter opresor de unos “pueblos” sobre otros. Y hete aquí que estamos ante el caso. Sólo falta que coincidan uno de Filología y uno de Historia en un chigre, haciendo algo mejor que ir a clase (literal: a menudo es mejor) y se vean como colegas porque llevan unas chapas (ellos, tan modernos, lo llamarán “pins”) revolucionarias por el color –azul y amarillo-, el logo –bien una cruz, bien un trisquel- y comienza la conspiración.

Pero eso pasó hace un tiempo. Unos 20 años. Luego algunos de esos estudiantes encontraron trabajo… en el departamento (las sevicias sufridas tienen como premio lo mismo que en la mili: de novato a abuelo es sólo cuestión de tiempo, no de calidad). Y desde allí, como hay que hacerse ver, pues aumenta el círculo y se sale a prensa, a manifestaciones, a donde sea. La cosa es hacerse notar. Publicar para qué. Acaso sólo para reforzar lo que se canta en la calle.

Ahora sus alumnos están en la misma onda. Se les dijo que “el orgullo” es lo que tienen que proclamar. A falta de ideas, el orgullo de los oprimidos que se quieren liberar.

Pero estoy escapándome otra vez.

El para qué la oficialidá está claro. Los conspiradores no se van y les quedan años. Y han llenado todas las covachuelas a las que creen tener derecho: desde la Academia hasta los departamentos universitarios. Ahora, los que vienen, hay que buscarles hueco. La experiencia histórica está cerca: hace unos 115 años lo hicieron los catalanistas de Prat de la Riba: ocupar todos los espacios… y vivir de ello.

Pues bien. Esta nueva hornada “necesita” un puestito. Y nada mejor que tirar del privilegio lingüístico que da el tener “una lengua propia”. Aunque no sea tan propia, pero como otros la tienen, aquí también.

Había unas hablas por ahí, multiseculares, apegadas a una vida y una cultura rural, apenas cambiadas por la llegada de la industria –y la mina- pero que se pueden actualizar desde la Academia con cuatro trabajillos, mucha voluntad y enormes sumas de subvenciones. Todos contentos. Esas hablas, unificadas (el batúa de aquí) ya están desde hace 30 años a disposición de los advenedizos. Sólo falta que se haga oficial. Que los que somos anormales, nos normalicemos.

Magnífica locura la de quienes nos negamos a la normalización. ¿Sabes?: ¡Que y’os den muito pol culo a los normalizaos!

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