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Higinio

Lengua y territorio (2)

Una cultura es el producto material y simbólico de unas gentes en un espacio, en un territorio. Por tanto, una lengua “se da” en un lugar, en un territorio.
Acotarlo no es fácil: las fronteras son en ese aspecto muy muy permeables porque las gentes llevan consigo esa parte tan íntima de su cultura allí donde van. Y, además, como decíamos, la lengua es vehículo de comunicación. Y hay que comunicarse continuamente... y en las fronteras hay que llegar a “acuerdos” para el intercambio. Desde luego, se impone el que está en situación de imponer “su producto” porque el otro lo necesita. De ahí que también haya una aspiración “política” a la autosuficiencia, a que las gentes “de dentro” se autoabastezcan. El fronterizo es, por eso, mimado y mirado con desconfianza a un tiempo. Se le alecciona para que sea barrera desde dentro y se le intenta ganar desde afuera para que sea un facilitador de la entrada.
Las lenguas no tienen más territorio que el que se le impone a sus habladores. Y la imposición es siempre política. Se le llama normalización. Normalizar es poner normas a la lengua –normativizarla-, a su uso, y hacer normal (habitual)ese uso.
Pero la norma es siempre “conservadora”, “fosilizadora”.
Hay, no obstante, un enemigo “interno”: la nueva generación, los jóvenes. Su identidad generacional empieza en el vocabulario, atentando contra la lengua de sus mayores. Aquí es difícil “territorializar” la lengua. Aún así se intenta en la escuela. Y el lubricante para que “no duela” esa imposición es siempre una apelación a la memoria de los mayores, a la “cultura propia”. ¿Cómo no van a ver ese territorio que es la escuela como algo impuesto? ¿Cómo no van a rechazar esa “normalización” del vehículo de la cultura de sus mayores contra la que ellos mismos se están rebelando?
(continuará...)

1 comentario

Raquel E. -

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Feliz 2004