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Higinio

¿Qué queremos decir cuando decimos DIÁLOGO?

Las palabras sufren la erosión de los agentes abrasivos. Éstos son individuos malintencionados o indocumentados para usar el lenguaje en según qué contextos. A menudo poseen ambas cualidades.
Las palabras tienen significados que, a pesar de sus “bordes” difusos, mantienen un núcleo compartido por los hablantes. El problema es cuando desplazamos ese núcleo al borde y entonces lo difuso pasa a ser el significado central. Entonces, de difuso, pasa a confuso. Ocurre demasiado a menudo. Y en ello no tiene nada que ver la LOGSE. Ni siquiera el BUP. O, bueno, algo es posible que sí: al abandonar el latín y el griego y aplaudir la creatividad expresiva del adolescente que mantiene el mismo repertorio que cuando empezó la escuela, tenemos lo que buscamos.
Y sufrimos lo que tenemos. Periodistas por accidente, por enchufe, por palmito, por beca... por casualidad. Y políticos. Que, ríete de su oratoria. Ni Cicerón, ni Castelar. Ni los poetas.
En fin. A lo que íbamos. Diálogo. Dos que intercambian palabras. Sin embargo, hoy significa talante y, por tanto, una disposición a hablar. Lo que sea, el caso es hablar. Verborrea. Significa también que escuches lo que yo digo, porque yo sí tengo talante y, además digo lo correcto: verbigracia, el señor Ibarreche, que ofrece diálogo sin condiciones... salvo que se debe partir de su propuesta; y pide diálogo... para que se escuche y asienta su propuesta. Es discutible toda ella, cierto –lo asegura- pero es desde donde hay que partir. Eso sí que es diálogo. Quizás ha influido la historia frailuna que el PNV de cuando el diálogo era desde un púlpito alto y se sembraban verdades imperecederas, junto con amonestaciones al pueblo que siempre va a remolque... porque no sabe lo que tiene que querer.
Diálogo es lo que pide el señor Carod Rovira con su parlant s’entend la gent. No tiene en cuenta que el supuesto básico es que se ha de compartir código (incluido el genético en el modo de especie, al menos) y a la contraparte que defiende para dialogar aún hay mucho que decir sobre su taxonomía zoológica, pero igual no entran ni en homínidos. La duda está en que fabricar, claro que fabrican herramientas (de muerte) y poseen también un universo simbólico (el mito de la nación), pero ahí acaba todo: la capacidad craneana no va con el número de circunvoluciones cerebrales ni con las sinapsis necesarias para ser humanos.
Diálogo, en fin, se confunde con negociación. Y no son lo mismo. Éste presupone aquél, pero es otra cosa: es la disposición a ceder en cuanto el otro ceda o para que el otro ceda. La negociación presupone también inteligencia: el diálogo no necesariamente pues hasta el orate dialoga en cuanto que habla con un interlocutor aunque sean disparates. La negociación es habilidad en el intercambio e imaginación en la oferta para conseguir la meta.
Pero también el concepto de negociación se ha pervertido. ETA pide negociar. El gobierno también negociaría... su rendición. Pero hay un factor defintiivo: la estatura de los negociantes ha de ser equivalente. Y ETA se lo ha creído desde siempre: vanguardia del pueblo vasco y componente fundamental del MLV. ¡Hay que joderse con los argelinos estos! ¿Son los maquetos los pieds noirs de la Tierra Vasca (perdón, Euskalherría)? No. No tienen más talla que la del miserable, la del padrino de la mafia que vive de la extorsión. La finalidad del padrone también puede ser moralmente aceptable: mantener un statu quo de paternalismo social. Y eso se “dialoga” y “negocia” a tiros, claro está. Otros cogerán los beneficios. Y pedirán diálogo y, al final, perdón también.
No si el peso de la clerecía es aplastante. Que los reviente, como la cruz de Aránzazu que aplasta al cura en el inicio de El día de la Bestia. Una escena genial. ¡Adónde van a ir esos aficionados al cine de vísceras después de sus 800 balas! A la mierda tendrían que ir... después de pudrirse en la cárcel. ¿Diálogo? ...ya me sé el cuento.

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