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Higinio

Notas para una teoría del hijoputismo.

1.- El hijoputismo es un comportamiento social que debería estudiar la Psicología Social. Desgraciadamente aún nadie ha acometido –que yo sepa- el estudio de este caso particular del comportamiento
No parece que los teóricos del desviacionismo puedan afrontar con éxito el estudio del hijoputismo. Tampoco aquellos que aún se guían por enfoques clásicos como el de Psicología de las Masas. Mucho menos, la teoría clásica conductista: el hijoputa es un híbrido de la genética y del ambiente en que se mueve. Desde luego, no me parece que pueda avanzar mucho el psicoanálisis, aunque algo de luz sí puede dar: tal vez haya proyección y, desde luego, conflictos importantes entre el ego y el superego del hijoputa.
2.- Una teoría del hijoputismo debería dar cuenta (explicar y acaso predecir) el comportamiento (entiéndase, conducta y pensamiento) del hijoputa. Para ello es necesario, desde luego, acotar el ámbito conceptual en que nos vamos a mover. También será indispensable elaborar un modelo por acentuación de rasgos y que permita posteriormente clasificar, comparar e intervenir para subsanar las conductas del hijoputa.
3.- El término hijoputa es de uso corriente. Está en el vocabulario popular, pero debemos perfilarlo y dar una definición inequívoca para poder construir la teoría del hijoputismo. El problema ya es tradicional en las Ciencias Humanas: el vocabulario técnico se crea desde el vocabulario de la calle.
En este sentido se requiere una profundización en la etimología de la palabra para después depurarla de contenidos irrelevantes para su uso científico. Es el caso que el término viene de antiguo y siempre tuvo un uso peyorativo: es hijoputa no necesariamente el hijo de una prostituta o mujer de mala vida. Por eso no puede hacer nada el genetismo en este asunto. Fue el descrédito de la profesión de autoventa del cuerpo (más claramente: “el acceso carnal a”) cuando el varón quería y no quería usar de la mujer; es decir: ni sí ni no. Como el varón rechazaba el hijo que no podía reconocer con seguridad, pues llamaba puta a la madre y al hijo, por extensión, hijoputa. Recientemente se ha aclarado aún más el término al descartarse un vocablo alternativo nacido –seguramente- en el fervor democrático. El término era (es) el de bastardo: sólo se puede utilizar en el caso de que la puta madre lo sea de un hijo de rey. Entonces sí, se le debe llamar bastardo, un real bastardo. Pero si el hijo es de padre de sangre normal y madre puta, será un hijo de puta sin más.
Pero bien. No es este el caso que reclamo para su estudio en la Psicología Social. No. Se trata más bien de un tipo particular de humano que manifiesta conductas que se supondrían justificables en el hijo de una ramera y de padre de sangre normal. Que ¿cuáles serían esas conductas? Ahí está el problema: la definición de las conductas propias del hijoputa.
4.- No perdamos de vista que esto son notas para y por lo tanto no hay ánimo de exhaustividad en la relación. Pero es inevitable que las vayamos desgranando en próximos días. Eso sí: aquí no hay ánimo de ofender, sólo un puro deseo intelectual de clarificar una conducta que tiene enorme calado en las sociedades actuales.

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