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Higinio

Notas para... (continuación)

5.- Acaso la conducta más notoria y destacable del hijoputa sea la de arrastrar a la gente detrás suyo para hacerla sufrir. Detengámonos un poco en este asunto.
El hijoputa presume de ver más allá del común de los mortales. Pero eso es también habitual de muchos individuos más que no podemos catalogar como hijoputas. Por ejemplo, los sabios y –ya no de manera genérica- muchos (insisto, no todos los) políticos, científicos, artistas, literatos... tienen una “visión más larga” que la mayoría pero no son por ello hijoputas.
Se requiere, además de esos ojos de largo enfoque capacidad de engañar. Lo que también es compartido, claro está, por muchos otros profesionales (pienso, por ejemplo, en los políticos, en los artistas, en los literatos y hasta en los científicos: es por eso que antes no los excluí del todo en la categoría de hijoputas). El hijoputa ve el futuro (no excluyo sin más, desde luego, a los futurólogos de todo tipo: alguno quedará fuera de la categoría, pero otros no), lo interpreta y reclama apoyo para hacerlo realidad.
Pero esto también es cualidad y mérito de muchos otros individuos que no por ello son hijoputas. Por ejemplo, hay políticos bienintencionados que describen ese futuro, reclaman apoyo para su logro... pero si no lo consiguen lo dejan y se van. Pero hay otros que reiteradamente consulta tras consulta no sacan ni 10.000 votos y ahí los tienen: reclamando subvención, cámara de televisión, manifestándose, quejándose de que no les entienden, de que se conculcan los derechos de las minorías, etc. En principio, con esto sólo no les podemos catalogar de hijoputas. Ese comportamiento es condición necesaria... pero no suficiente. Eso sí: tienen ya mucho avanzado.
También ve el futuro y engaña el general que debe ganar una batalla (o el tontolculo del emperador que ve una guerra y quiere ganar el futuro, confudiendo los términos y de paso atragantándose con galletitas o con pienso y cayéndose de la bicicleta) y sabe que no es posible con los medios, información y moral de la tropa de que dispone. Los arrastra a la muerte y por eso, casi (sólo casi) se le podría ya catalogar de hijoputa. Desde luego, hijoputa fue el oficial que ordenó la carga de la caballería ligera inglesa en la Guerra de Crimea. Pero no estoy tan seguro de que fuese un hijoputa quien ordenó el levantamiento del guetho de Varsovia. Es más, estoy seguro de que no era un hijoputa. Ni lo fueron los que se alzaron allí. Acaso sea –en este caso y otros similares- una contaminación frecuente en las Ciencias Sociales (o Humanas): la valoración. Hay hechos moralmente aceptable y otros no. No obstante procuraré obviar este asunto y enfrentarme a la tarea de dilucidar el comportamiento del hijoputa sin caer en trampas morales.
Desde luego, el visionario que reclama sacrificio a otros (llámese martirio o heroísmo) mientras él aguarda el momento de la victoria, casi se le podría llamar ya directamente hijoputa. Y, repito, no con el sentido que tiene el vocablo popular (porque a veces decimos de un amigo o al mismo amigo “vaya hijoputa que estás hecho...” ¿Lo dirían ustedes con ese sentido amigable de las cualidades de cualquier alucinado de Alá –u otro dios sanguinario- que reclama martirio para sacar adelante su causa?

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