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Higinio

Para un catálogo de imbéciles sociales (1)

Quede muy claro y por delante que imbécil social es un concepto sociológico y no un insulto. Aunque guarde cierta relación “de origen” con el insulto: el idiotiké griego.
Ibarreche. Una autoridad del Estado –mal que le pese- opresor ya que es a ese Estado a quien le debe su cualidad política. Que lo hayan votado ciudadanos españoles (del Estado, repito, opresor) avecindados en municipios que constituyen las “provincias vascas” y que se dicen, juran y asumen, tener una condición “exclusivamente” vasca (habrá que dilucidar en otro momento qué quiere decir eso) no significa más que en las normas de ese Estado opresor se traslada a sus ciudadanos la capacidad para elegir a las autoridades que, en nombre de los votantes actúan como Estado. Sólo (y ¡nada más! que) eso.
¿Es un imbécil social?. Bien. Vayamos a la caracterización que hemos dado antes de ese concepto (ver 28 de setiembre de 2004). Más que una definición, hemos dado una caracterización del imbécil social. No se olvide que estamos ante una “aproximación” para posteriormente teorizar. Tal vez el método inductivo sea el más propicio para este viaje.
¿Tonto útil? ¡Ai-ba-la-ostia! ¡Anda que no! El anterior lehendakari no se dejaba manejar tanto por el hpsocial papá X.Arz. y fue apartado. No hubiera aprobado el deslizamiento de Lizarra, alucinación del mencionado hijoputa social que tanto disculpa como “esos chicos descarriados” a los máximos hijoputasociales sin partido ahora y con armas para matar. Pero este Ibarreche sí que se deja manejar e imponer: es un tonto útil. Es, espcialmente, un espantajo de los manipuladores que hay detrás. Por tanto, ya cumple una condición.
¿Es un fajador? No hay duda: las hostias las lleva él. Es una víctima propiciatoria del partido. Y sabe sobrellevarlo con todo el ánimo exigible a un imbécil social. Tono de voz monocorde, sordo a cualquier sugerencia que se salga del guión que le han entregado –lo que revela que no manda, obedece-... y, además, admite que tiene anchas espaldas (como otro imbécil social del que hablaremos pero éste más al Este y de más de 100 kilos de peso) para sobrellevar la redención del pueblo elegido, su tribu. Segunda condición cumplida.
¿Hace el imbécil? Bueno. El día sólo tiene 24 horas. Aquí y en ese lugar donde Dios descendió a dar un RH singular. Pues bien, 24 horas haciendo el imbécil son suficientes para dar la categoría: ceremonias ancestrales, ridículas de puro folclorismo; declaraciones de tonto de baba, donde se confunde sociedad con tribu, vecino con ciudadano, querer con derecho, y derecho “colectivo” con derecho “individual”; diseño de planes increíbles, artificiosos, engañosos cual verdades reveladas cuando Jaun entregó las tablas no escritas (les dio una lengua pero no les dio caracteres para escribirla por lo que hubieron de esperar a que viniesen los imperialistas romanos a dárslea ¿o fueron los más imperialistas castellanos?; ... Si el día tuviese 30 horas, 30 horas de ETB con deportes autóntonos y 30 horas de tonterías ibarrechianas. Por ahí, otra condición más.
¿Tiene ideas originales? Aquí es más difícil asegurarlo. El catecismo ya lo escribió San Sabino y lo actualizó el jesuita. No hay mucha más tela que cortar. Pero como “tiene un plan” y lleva su nombre, habrá que asignárselo y, por ello, darle la cuarta condición como cumplida. Además, está claro que busca un efecto. El mismo que los hijoputas (sociales, no nos confundamos) que tiene detrás.
Decididamente, hay pocas dudas de que el buenazo segundón de las campas de Salburúa y adornado con el bastón de mando de roble auténtico, pastor del rebaño que creó San Sabino, el ínclito Ibarreche, es un exclusivo miembro del 5% invariable a lo largo del tiempo.

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