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Higinio

El imbécil social (4)

El vecino imbécil. Aunque a veces nos refiramos a él como “el hijoputa del....”, no siempre entra en esa categoría tan alta. Suele ser un imbécil. Su meta en la vida es incordiar, hacer daño... pero sin llegar a provocar el sufrimiento generalizado y permanente, que eso son palabras mayores: es asunto del hijoputa. Ese vecino que incumple sistemáticamente las normas de la comunidad, que va de chulo, de bronco, de... imbécil. Es un ejemplo de imbécil social. Uno de los más abundantes y cercano a nosotros.
El ciudadano (de a pie) imbécil. Dícese de ese individuo que tienes parado al semáforo chuleando con el pie en el acelerador o adelantando en carretera poniendo en peligro el pellejo de los otros (el suyo no debería importarnos: conste que no asumo la eutanasia procesal del profesor Bueno, pero si se lo busca y lo encuentra él solo... pues eso. Ese individuo anómico, para el que sólo existe él y su olor y el resto de la humanidad están para verlo, alabarlo y llamarle hijoputa. Pero, recordemos que esa es una categoría de individuo demasiado para este chulo: es un imbécil social. Ni más ni menos. Puede ir en una moto (y uno desear tener el permiso de armas y licencia para matar, en ese momento), o puede estar paseando el perro. Ese imbécil salta a la vista. Esta clase de imbécil y la anterior bastarían para llenar ese 5% de la población específicamente demostrado. Pero hay más.
El compañero o, incluso, jefe imbécil. Del jefe es fácilque enseguida nos brote el calificativo de hijoputa. Normalmente no llega a tanto: es un imbécil social. Un ombliguista, chulo, cabrón, puteador... pero imbécil: tan listo, tan imbécil. Puede llamársele hijoputa en el sentido vulgar, pero sociológicamente es sólo imbécil social. El compañero, aún menos: aunque trampaso, colaborador en el mobbing, soplapollas habitual, etc. se le puede llamar hijoputa a la cara pero sabiendo que uno miente: es sólo un imbécil social. Y de categoría ínfima, pues lo normal es que sea de ese 10% adicional en grave riesgo de llegar a imbécil titulado, pero para ello requiere una auténtica obra maestra de imbécil y lo normal es que no sea capaz, quedándose a las puertes y, como mucho: soplapollas o gilipollas.
El imbécil titulado es alguien que tiene capacidad de convocatoria ante un público grande y siempre está cercano a un hijoputa: diríamos que detrás de todo gran hijoputa hay (al menos) un gran imbécil titulado. Hay una profesión en la que esta clase de imbécil se siente plena: el periodismo. Y es que ahí el paso de soplapollas o de mero gilipollas a imbécil titulado es muy simple: una tertulia, un encargo para decir esto o lo otro y cargarse la imagen de alguien y ya está: grado de imbécil. A partir de ahí, cadena de favores y cada vez un poco más: hoy es ser, mañana copes o linterneas, pasado punteas radio u ondeas ceropatatero y de ahí saltas a columnista habitual seas mundano o paisano, seas razonable o estés en las primeras letras habrá una columna habitual para que el imbécil haga el trabajo que le requiere el hijoputa.
Y no crean. No pasa sólo aquí: eso es en todo el mundo. Donde este imbécil titulado no es periodista (porque los maten a todos) es ayudante de clérigo, o de terrateniente, o de militar, o... ¿Se quedarán cortos los estudios que cifran en el 5% la tasa de imbéciles sociales?

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