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Higinio

Notas para... (continuación -4)

7.- Vaya por delante que el otro día, al finalizar el artículo, hablábamos de líderes y comparábamos dos casos.
Ahora retomo el asunto del hijoputa. Vamos aclarando varias cosas: el hijoputa, es un individuo que busca provocar el sufrimiento; el hijo puta se hace en el grupo, no nace. Es, por tanto, una conducta aprendida. Ahora bien: ¿hay maestros para el aprendizaje del hijoputismo? ¿Se aprende “mirando” a otros hijoputas? ¿Es el resultado (no deseado necesariamente) de una estrategia personal en un contexto de grupo -en la interacción- del tipo de “a ver quién es más [hijoputa]?
El asunto no está claro. Ya mencioné lo que conocemos como “polarización de grupo”. Pero eso no nos lo explica todo: son demasiados los hijoputas que no interaccionan directamente con el grupo, sino que maquinan “en el laboratorio” tras la observación y estudio de hacia dónde pueden manejar el grupo.
Un ejemplo. Desde Alamut allá por el siglo XI al nihilismo (Glucksman dixit) el terrorismo es un ejemplo de la práctica del hijoputismo. Creo que nadie lo discutiría. El terrorista tiene el perfil del hijoputa. Y, con medalla, más aún el que empuja al terrorista, el que mueve los hilos. Ese es el que diseña la estrategia, capta al hijoputa que comete el crimen y evade siempre que puede el castigo al tener más fácil la coartada. El assesin es hijoputa pero con perfil de imbécil (moral: ya sé que dije que no hablaría de moral, pero aquí el matiz es necesario). Me interesa más el hijoputa de la medalla.
Es un individuo inteligente. Con una inteligencia fuera de lo común: seduce, induce, conduce... lo que ya –por el sufijo- nos pone en la pista de su personalidad de líder. Si no fuese porque reniego de la perspectiva genetista, diría que es un líder nato. Es un personaje que retoma, revisa o reinventa un motivo, una razón, para practicar el hijoputismo. Lo teoriza y elabora una estrategia en la que entra el sufrimiento de los otros, sean enemigos o sean amigos a quienes salvar. Describe una realidad en blanco y negro y exige la apuesta por uno de los dos colores a los miembros del que considera su grupo... y asigna el negro (del luto en el mundo occidental católico) al enemigo.
La pérdida del matiz es imputable exclusivamente al hijoputa mayor, al de la medalla. El que predica la cruzada, el que habla de “construir la nación”, el que señala al otro como enemigo... ¿Es necesario que afile el ejemplo?

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