Razones contra el multilingüismo (2)
La lengua como seña de identidad.
No es la primera vez que me refiero a ello. No será la última. La lengua es, antes que nada, un medio de comunicación. Y la comunicación es un acto social. Y en ese acto social somos individuos protagonistas identificados o, al menos, identificables.
La lengua es un sistema de signos, desde luego. Pero no es, ni mucho menos, el único sistema de signos en el que se transmite esa magnífica segunda naturaleza humana, la cultura.
Sí es cierto que a través de la lengua nos llega una buena parte (acaso la mayor parte) de la cultura en la que nos arrojan al nacer... o raramente- elegimos voluntariamente. Pero tampoco es el único medio para recibir la cultura.
Entonces ¿por qué la lengua ha de ser el alma de la cultura? Desde luego es la base sobre la que se construyen auténticos monumentos culturales (estamos celebrando un cuatrocientos aniversario de una obra indisolublemente unida a una lengua).
Los científicos nos dicen que la lengua que mamamos nos modela la mente. Parece que eso se ha comprobado hasta en la lateralización cerebral de los japoneses. Desde luego, la lengua nos modela el pensamiento (algo más estrecho que la mente), tanto por la recepción de buena parte de los conocimientos, como la posibilidad de expresar y crear a partir de lo que conocemos.
Pero ¿qué razón hay para que la lengua sea mi carnet de identidad? Porque si es así, hay que reconocer que el analfabetismo -como decía El Roto en una viñeta- es nuestra identidad. Basta ver cómo se escribe hoy. Hasta quienes han pasado por la Universidad. Yo, Higinio... (póngase ahí un montón de circunstancias que son mi yo) ¿soy la ñ?. No. Soy la ñ, hablo español no por una elección, como tampoco soy blanco y, ahora mismo, canoso, por elección. Ergo ¿cómo puede ser mi identidad algo que me han impuesto? Aunque luego haga una elección estoica de aceptar lo que se me ha impuesto y me afirme. No deja de ser aplaudir por las ataduras. En otro tiempo, había imbéciles (les pongo una etiqueta porque eso era su elección) que gritaban vivan las caenas.
Pues quien hace de la lengua su identidad, está diciendo eso. Es, por tanto, gilipollas.
No es la primera vez que me refiero a ello. No será la última. La lengua es, antes que nada, un medio de comunicación. Y la comunicación es un acto social. Y en ese acto social somos individuos protagonistas identificados o, al menos, identificables.
La lengua es un sistema de signos, desde luego. Pero no es, ni mucho menos, el único sistema de signos en el que se transmite esa magnífica segunda naturaleza humana, la cultura.
Sí es cierto que a través de la lengua nos llega una buena parte (acaso la mayor parte) de la cultura en la que nos arrojan al nacer... o raramente- elegimos voluntariamente. Pero tampoco es el único medio para recibir la cultura.
Entonces ¿por qué la lengua ha de ser el alma de la cultura? Desde luego es la base sobre la que se construyen auténticos monumentos culturales (estamos celebrando un cuatrocientos aniversario de una obra indisolublemente unida a una lengua).
Los científicos nos dicen que la lengua que mamamos nos modela la mente. Parece que eso se ha comprobado hasta en la lateralización cerebral de los japoneses. Desde luego, la lengua nos modela el pensamiento (algo más estrecho que la mente), tanto por la recepción de buena parte de los conocimientos, como la posibilidad de expresar y crear a partir de lo que conocemos.
Pero ¿qué razón hay para que la lengua sea mi carnet de identidad? Porque si es así, hay que reconocer que el analfabetismo -como decía El Roto en una viñeta- es nuestra identidad. Basta ver cómo se escribe hoy. Hasta quienes han pasado por la Universidad. Yo, Higinio... (póngase ahí un montón de circunstancias que son mi yo) ¿soy la ñ?. No. Soy la ñ, hablo español no por una elección, como tampoco soy blanco y, ahora mismo, canoso, por elección. Ergo ¿cómo puede ser mi identidad algo que me han impuesto? Aunque luego haga una elección estoica de aceptar lo que se me ha impuesto y me afirme. No deja de ser aplaudir por las ataduras. En otro tiempo, había imbéciles (les pongo una etiqueta porque eso era su elección) que gritaban vivan las caenas.
Pues quien hace de la lengua su identidad, está diciendo eso. Es, por tanto, gilipollas.
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