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Higinio

Razones contra el multilingüismo

Lo que no es lo mismo que razones por el monoligüismo. Entendámonos. Se puede vivir en un país “plurilingüe”: en cada territorio se utilizará la lengua respectiva en según qué contextos... y una, en todos de forma común. Pero multilingüe es otra cosa: cualquier lengua en cualquier territorio de ese país.
¿Bélgica?. Vale. Son dos, el francés y el flamenco y es posible. Eso sí: puede ocurrir que el interlocutor sea un payaso con “micropoder”, como aquel guardagujas de los ferrocarriles belgas que aún sabiendo que le informaban de un choque inevitable, como no se lo dijeron en “su” lengua (se supone que se “atentaba contra su identidad”) el muy imbécil, colgó el teléfono interno. Hubo víctimas. No recuerdo la fecha exacta pero fue hace unos pocos años.
¿Suiza? Vale: son cuatro y hasta sería posible. Lo cierto es que como no se mueven mucho más allá de su cantón, no pasa nada y en la realidad les basta con saber la lengua del cantón y el inglés.
¿Canadá? Bueno. Son dos lenguas (no se tienen en cuenta las indígenas, que sería muy complicado) y como la chulería francófona es tal, hay algo más de la cuarta parte de la población de Québec (creo que un 27%) que se niega a aprender y, por tanto, a hablar, el inglés.
Igual se me escapa algún otro país ultrademocrático y ultraguay que de plurilingüe se pase a multilingüe. En cualquier caso, hablamos de tres países desarrollados, con alto nivel de renta y ejemplo para muchos: Bélgica, un país en desguace que sólo lleva una docena de años como federación pero ya ha tropezado con que el distrito central es “exigido” ya por una de las dos partes: hay que “nacionalizarlo” flamenco. Suiza es un país que existe, sí (todos hemos oído hablar del bollo suizo ¿no?) pero ¿es realmente un país que cuente en el mundo? Se dirá ¿y para qué tiene que contar salvo para sus ciudadanos? Eso lo dice, claro está, cualquier imnbécil; no una persona sensata y normal. El caso es que Suiza tiene el vergonzoso récord dentro de los países democráticos y desarrollados en haber admitido a la mujer con plenos derechos políticos en ¡1971! cuando se le permite votar por primera vez en las elecciones generales. También es de todos conocido su presidente y su primer minsitro, ¿verdad?. En fin: no nos engañemos, es un país de cuento en el que se guarda dinero y todos han acordado desde siempre favorecer eso porque les conviene (y porque al ser montañoso es sumamente peliagudo invadirlo; si no fuera por eso, Suiza, no existiría. Por cierto, para izquierdistas románticos: Suiza es tremendamente conservadora... y Calvino estuvo allí, donde quemaron a Servet por decir lo que pensaba).
¿Canadá? ¿Cuánto más va a durar? ¿Cuánta paciencia van a tener los anglófonos y aquellos francófonos “normales”? Es posible que si el ALCA se apura, Canadá salte en pedazos y los de Québec regresen a ese mundo feliz en el que ni los herederos de Scarlatta O´Hara del otro sur reaccionario quieren vivir ya.
Así, pues ¿Quién quiere ser multilingüe? Los tontos de una esquina de un continente que quiere ser tan plural y tan simpático (el continente) que nos van a mear encima y nos vamos a escojonar. Esa esquina, de momento, la llaman los de afuera España; los de dentro ya empiezan a llamarla Estado Español, retomando la expresión querida por un militarote de bigotillo fascistoide, de voz aflautada pero de talante un poco cabrón. Y esa denominación la dicen sin empacho hasta los que forman parte integrante de ese Estado, por ejemplo Honorables, Leendakaris, y gilipollas asimilados. (Continuará)

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