Canícula
Las guerras son para el verano. Las bicicletas también, pero lo que es seguro, es que las guerras son para el verano. Al menos en los climas templados. Pero como de las gentes y países de esos climas depende bastante de lo que pasa en el mundo (los telediarios se emiten más regularmente en los países templados, con cuatro estaciones…), aunque en los trópicos no haya verano o todo tiempo sea verano, la guerra ha de ser en el verano boreal. Importante esto: boreal, del norte, porque las guerras son el sur: la muerte es más barata.
Otra más. El hedor de Sabra y Chatila puede volver a sentirse pronto. Creo que ya se está sintiendo, porque al calor los vapores de la putrefacción van más rápidos. Los estúpidos han vuelto a ganar la partida. Y doblemente: unos han conseguido “socializar” el dolor al tener tras sí a las víctimas (doblemente víctimas: ponen la carne ante el cañón y, además, se sienten contentos); otros confirman lo que otros se empeñan en hacerles ver: nada de retirarse: más muro, palos y detenciones arbitrarias.
En El País se han mostrado “judiófilos” a pesar de Maruja Torres. En letra más pequeña (y en cartas al director los conocidos Chomsky, Berger, Saramago… o algún colaborador de ONG en Palestina) los defensores de los palestinos. Desproporcionadas las fuerzas.
Y, sin embargo, el juego está en la sombra: Siria hace pagar lo que supuso su abandono de Líbano; Irán prepara la red para lanzarse al próximo salto; y el tonto de Crawford confunde con la “mierda” lo que no es más que su propio trabajo de ¿aprendiz de brujo? ¿chapucero hispano? ¿tonto de remate?.
Hace calor, pero a este lado del Mediterráneo puede llegar el aire contaminado porque estamos tan cerca…
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