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Higinio

Miedo y asco ante la derecha española.

Reconozco, por adelantado, mi precaución hacia la derecha "genérica". Busca conservar el estatu quo con lo que pretende parar la historia: un error y, por tanto, no puede ser mi opción política. Además, ese estatu quo supone siempre mantener los sistemas de dominación presentes y, por mi propia experiencia personal y antecedentes familiares, no puedo aceptarlo; tampoco por mi aprendizaje y opción personal: cualquier dominación es inhumana e irracional.

Pero con la derecha española tengo una relación aún más visceral. Su defensa del presente incluye rémoras como el catolicismo tridentino (sí, el de Trento, porque el del Vaticano II la "traicionó", así que no vale aggiornamiento posible para la Iglesia según esta impresentable derecha que sufrimos). O el clasismo más casposo del señorito de pueblo (aunque en su declinación populista pueda aceptar el hortera ligón de origen más humilde), violador cual don Juan pero bendecido por ese clero apegado a la tradición. También se adueña, esa derecha estúpida, del patriotismo con un nacionalismo imbécil, de charanga y pandereta -perdón, de legión y peineta- y apropiación de banderas, buscando con ello una división insensata entre una bandera bicolor (la suya y eterna) y una tricolor (de la "anti-España" roja).

Esa derecha que se exculpa de los más de 150.000 asesinatos de la Guerra Civil poniéndolos en la misma balanza y equilibrio que los 50.000 de la "zona roja". Que vivió el franquismo con "suma placidez" o que supone que España se modernizó ahí acabando con la lucha de clases y hasta con el proletariado... (aunque las chabolas llegan a hoy)...

Bien, esa derecha llegó al poder el pasado 22 de mayo en Ayuntamientos, Diputaciones y CCAA como nunca antes. Y ahí está empezando a enseñar su praxis. En Mérida, ya lo vemos (no es casual que esté la Iglesia detrás, claro). Esa misma Iglesia que ya forzó la censura de otras exposiciones y actos culturales.

Esa derecha la estoy empezando a sufrir aquí, en Gijón y en Asturias. En Gijón carga contra la Semana Negra, una festividad cultural y lúdica que pone 10 días a disposición del turismo, y el nombre de Gijón hasta en las islas Fidji. Nunca gustó a la derecha de Gijón que obligó siempre a mudar su ubicación desde el inicio en El Musel. La última chorrada alrededor de ella es el gasto idiota del rector (60.000 euros, ¡con la que está cayendo!) para "blindar" con una valla "su" recinto, a pesar de que ya estaba vallado el del evento. La actual alcaldesa debe ver mucho rojerío en este evento cultural y festivo (coño, laico, por una vez) porque va a suprimirlo. ¿Y en Asturias?

El elefante en cacharrería de quien se olvidan tantas tonterías de su etapa ministerial (desde el regalo a Aucalsa de 50 años de concesión cuando quedaban sólo 10 para la remisión a dominio público de la Autopista A-66, hasta el desastre del Prestige, pasando por la negativa al enlace de la autovía minera con la auvía del Cantábrico o el destrozo del propio partido en los noventa -gobierno incluido- y ahora). Ese elefante vuelve y viene con soniquete "regionalista". El regionalismo es el primer peldaño del nacionalismo (como lo fue el foralismo en otros sitios; el regionalismo no es más que un foralismo actualizado). Un carlismo fuera del tiempo pero que permite justificar victimismos, corralitos (como el que pretendía con Cajastur: seguramente para acabar como la CAM de Camps...) y carguitos reservados. Bien, aquí esa derecha se prepara para desmontar lo público al fijarse en la Sanidad y en la Educación como pilares con posibilidad de dar entrada a lo privado: lo concertado en Educación -seguramente también en el sistema asistencial; y lo privado y concertado en Sanidad.

Más chuminadas de este genio: bajar los impuestos (reducir patrimonio, quitar el céntimo sanitario...) aunque lo que se necesita es más ingresos para financiar lo que hay. La venta de RTPA (una tontería del anterior gobierno, pero pública a fin de cuentas y con una audiencia ganada y asentada, en crecimiento...) seguramente a un postor ya preparado y colaborador... Y es que nada mejor que dejar de ser pública pero seguir siendo aliada del poder para que, sin control público, sea parte de esa brigada mediática que ya empieza en El Comercio y La Nueva España. Tenemos para rato. Podemos empezar por recordar rosario, catecismo y volver a Vázquez de Mella y su asturianía.

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