¿A qué llamamos izquierda plural?
Creo que como expiación por los excesos de quienes mezclaron comunismo con mesianismo y con fascismo (mezcla, no sustitución, porque algo había de todo), la izquierda asume un individualismo que ni es el libertarismo anarquizante, ni es el humanismo que algunos marxistas del XX propugnaron, verbigracia Gramsci.
No, no es el libertarismo aunque haya libertarios (de boquilla y con análisis poco rigurosos de su cacao mental) en esa izquierda de ritual de manifestódromos. Tampoco es la postura de quienes auspiciaban la emancipación individual al tiempo de la emancipación de clase. No. Es el confusionismo.
Un confusionismo que tampoco tiene raíces clásicas. El confusionismo nace por la asumpción acrítica de cualquier discurso antisistema. Es la regla de los enemigos de mis enemigos son mis amigos. Y eso no es la creación gramsciana del bloque hegemónico. ¡Qué va!. Es apuntarse a un bombardeo. A veces, por desgracia, apuntarse al bombardeo con tal de tocar poder. Tampoco pido el purismo de Pablo Iglesias. Y la UHP tampoco fue lo que se dice que fue. Es difícil el asunto. Pero merece que se tome en serio.
Todo discurso antisistema no es, per se, un discurso aceptable: no es lo mismo un análisis certero de la realidad que un análisis arbitrista. Eso supone que no vale cualquier cantamañanas para proponer la praxis. Y supone que hay que tener muy claro quién tengo al lado en la barricada: ni yo he de ser carne de cañón de otro, ni yo puedo hacer bulto para él. El camino es largo y los errores luego se pagan. Porque, aunque desde la izquierda apelamos continuamente a la memoria parece como si ésta a veces la perdiésemos también nosotros no quiero creer que la suspendamos a drede.
La izquierda utópica (no la que pone la utopía como meta, sino la que vive en la inopia permanentemente y quiere el paraíso aquí y ahora) tiene una memoria selectiva o, quizás, no estudió suficiente Historia, o la leyó en fascículos y no acabó la colección. ¿A qué llama la izquierda clásica pueblo? ¿a la tribu? ¿a la clase asalariada? ¿son lo mismo? No jodamos las palabras.
Y esto tiene que ver con ese confusionismo: cualquier pelandrán libera-pueblos se reclama de izquierda porque
a) va contra el sistema;
b) es liberador-emancipador;
c) leyó el catecismo guevariano al revés y, además, no acabó de entender a Gunder Frank ni a Franz Fanon; le han convencido de que la identidad de un pueblo es su peculiaridad de coros y danzas además de la lengua anti-imperial.
d) es joven (de espíritu, al menos) y tiene que ser radical. No hace falta que pregunte a sus padres cómo lo pasaron, cómo lo vivieron, cómo actuaron y en qué circunstancias: él lo interpreta y basta.
Esto da lugar a eso que se llama izquierda nacionalista, una parte de la izquierda plural.
Hay otras izquierdas; pero están en esta, en la izquierda plural.
Continuará.
No, no es el libertarismo aunque haya libertarios (de boquilla y con análisis poco rigurosos de su cacao mental) en esa izquierda de ritual de manifestódromos. Tampoco es la postura de quienes auspiciaban la emancipación individual al tiempo de la emancipación de clase. No. Es el confusionismo.
Un confusionismo que tampoco tiene raíces clásicas. El confusionismo nace por la asumpción acrítica de cualquier discurso antisistema. Es la regla de los enemigos de mis enemigos son mis amigos. Y eso no es la creación gramsciana del bloque hegemónico. ¡Qué va!. Es apuntarse a un bombardeo. A veces, por desgracia, apuntarse al bombardeo con tal de tocar poder. Tampoco pido el purismo de Pablo Iglesias. Y la UHP tampoco fue lo que se dice que fue. Es difícil el asunto. Pero merece que se tome en serio.
Todo discurso antisistema no es, per se, un discurso aceptable: no es lo mismo un análisis certero de la realidad que un análisis arbitrista. Eso supone que no vale cualquier cantamañanas para proponer la praxis. Y supone que hay que tener muy claro quién tengo al lado en la barricada: ni yo he de ser carne de cañón de otro, ni yo puedo hacer bulto para él. El camino es largo y los errores luego se pagan. Porque, aunque desde la izquierda apelamos continuamente a la memoria parece como si ésta a veces la perdiésemos también nosotros no quiero creer que la suspendamos a drede.
La izquierda utópica (no la que pone la utopía como meta, sino la que vive en la inopia permanentemente y quiere el paraíso aquí y ahora) tiene una memoria selectiva o, quizás, no estudió suficiente Historia, o la leyó en fascículos y no acabó la colección. ¿A qué llama la izquierda clásica pueblo? ¿a la tribu? ¿a la clase asalariada? ¿son lo mismo? No jodamos las palabras.
Y esto tiene que ver con ese confusionismo: cualquier pelandrán libera-pueblos se reclama de izquierda porque
a) va contra el sistema;
b) es liberador-emancipador;
c) leyó el catecismo guevariano al revés y, además, no acabó de entender a Gunder Frank ni a Franz Fanon; le han convencido de que la identidad de un pueblo es su peculiaridad de coros y danzas además de la lengua anti-imperial.
d) es joven (de espíritu, al menos) y tiene que ser radical. No hace falta que pregunte a sus padres cómo lo pasaron, cómo lo vivieron, cómo actuaron y en qué circunstancias: él lo interpreta y basta.
Esto da lugar a eso que se llama izquierda nacionalista, una parte de la izquierda plural.
Hay otras izquierdas; pero están en esta, en la izquierda plural.
Continuará.
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