Gemido en la taifa Asturias
Un lamento el sábado pasado (2 de mayo) de un soldado de la pluma (diría mejor, del urdenador) La simetría de Asturias me ha producido gases en el estómago y tengo que dejarlo anotado aquí. Y prefiero soltarlos poco a poco, en eruptitos en vez de ciscarme, como sería lo correcto y lo rápido; por salud. No, no: mejor poco a poco.
El lamento va porque los asturianos (o Asturias: bajo las dos formas me veo implicado en el asunto) no somos ya nadie en este Estado que es España, que fue Hispania, después de ser Iberia y, siempre, apéndice geográfico y extremo de Europa, que lo es de Asia. Sí, adonde llegaron unos negros que se llevaron por delante a los últimos europeos (que se habían refugiado en este apéndice de Eurasia) y que luego se blanquearon... y algunos les creció el cráneo en el más perfecto aislamiento prehistórico que hoy reivindican como el summun de la perfección. Y no somos nada porque estamos ¿? en decadencia: económica, social, demográfica, etc. No somos nada. Como mucho, segundones en agricultura. La imagen de la familia ¿casa Usher? venida a menos sale aunque el autor no la mencionase.
Además estamos ¿? descolocados ante el nuevo e inminente 1035, el resurgimiento de las taifas, ahora cristianas. Y es asturfóbico quien no le guste la gaita (si la música es un ruido especial, el de la gaita, para mí, ¡sólo para mí! no llega a eso: lo siento). Y se llama Tini si, además, baila la sardana o las sevillanas (mira por donde, yo tampoco me entusiasmo: y si de castellets se trata, me gusta cuando se caen: reconozco que soy la hostia de raro). Pero yo no soy Tini. Soy, eso sí, jacobino. Y mecagon las taifas o, por mejor decir, en los que las estimulan. Sería almohade si no fuese tan irreligioso y si creyese que a estos taifeños por acción o por omisión se les pudiese parar. Como no lo creo, soy solamente un glayón. Pero tchorar, lo que se diz tchorar, no.
Como no me dan argumentos para ver la mejoría en el desarrollo de la taifa, no me lo creo. ¿Acercar a la ciudadanía el gobierno y el poder? ¡Ja!. El ejemplo más claro y cercano, los Ayuntamientos. ¿Están cerca del vecino? ¿De qué vecino?. Si se trata de tener acceso fácil a la administración, no es necesaria una parafernalia de descentralización de poder: la administración es una cosa y el poder es otra. ¿Nuevo feudalismo? Ni siquiera: mejor caciquismo. Y nada más. Yo lo veo aquí (Taifa de Asturias, año 23 de la resurrección del Gobernín del 37) donde el amiguismo de origen político, familiar o de paisanaje está a la orden del día. ¿Habrá que citar lo que pasa en las otras taifas, sean de la tribu que sean? Amos anda.
Yo no debo ser asturiano (me importa un huevo, eso sí). Y es que me resultan patéticos: parecen algo y no son nada, ni soberanos, ni vice lo que se quiera. Puro grandonismo, virtualidad y fachada. He visto los dos colores gobernando aquí; y Fortuna me libre de ver cualquier otro, especialmente si son de color azul clarito con marcas amarillas o signos espantademonios de la victoria. Escalofríos me da que me hagan celta por decreto.
Por cierto, el apellido del autor del artículo aquí glosado, en mi pueblo (queda para eso que llaman suroccidente) significa madera podrida en el árbol, o sea, carne muerta del árbol, que no vale ya ni para leña. No hay mayor imagen de la decadencia.
El lamento va porque los asturianos (o Asturias: bajo las dos formas me veo implicado en el asunto) no somos ya nadie en este Estado que es España, que fue Hispania, después de ser Iberia y, siempre, apéndice geográfico y extremo de Europa, que lo es de Asia. Sí, adonde llegaron unos negros que se llevaron por delante a los últimos europeos (que se habían refugiado en este apéndice de Eurasia) y que luego se blanquearon... y algunos les creció el cráneo en el más perfecto aislamiento prehistórico que hoy reivindican como el summun de la perfección. Y no somos nada porque estamos ¿? en decadencia: económica, social, demográfica, etc. No somos nada. Como mucho, segundones en agricultura. La imagen de la familia ¿casa Usher? venida a menos sale aunque el autor no la mencionase.
Además estamos ¿? descolocados ante el nuevo e inminente 1035, el resurgimiento de las taifas, ahora cristianas. Y es asturfóbico quien no le guste la gaita (si la música es un ruido especial, el de la gaita, para mí, ¡sólo para mí! no llega a eso: lo siento). Y se llama Tini si, además, baila la sardana o las sevillanas (mira por donde, yo tampoco me entusiasmo: y si de castellets se trata, me gusta cuando se caen: reconozco que soy la hostia de raro). Pero yo no soy Tini. Soy, eso sí, jacobino. Y mecagon las taifas o, por mejor decir, en los que las estimulan. Sería almohade si no fuese tan irreligioso y si creyese que a estos taifeños por acción o por omisión se les pudiese parar. Como no lo creo, soy solamente un glayón. Pero tchorar, lo que se diz tchorar, no.
Como no me dan argumentos para ver la mejoría en el desarrollo de la taifa, no me lo creo. ¿Acercar a la ciudadanía el gobierno y el poder? ¡Ja!. El ejemplo más claro y cercano, los Ayuntamientos. ¿Están cerca del vecino? ¿De qué vecino?. Si se trata de tener acceso fácil a la administración, no es necesaria una parafernalia de descentralización de poder: la administración es una cosa y el poder es otra. ¿Nuevo feudalismo? Ni siquiera: mejor caciquismo. Y nada más. Yo lo veo aquí (Taifa de Asturias, año 23 de la resurrección del Gobernín del 37) donde el amiguismo de origen político, familiar o de paisanaje está a la orden del día. ¿Habrá que citar lo que pasa en las otras taifas, sean de la tribu que sean? Amos anda.
Yo no debo ser asturiano (me importa un huevo, eso sí). Y es que me resultan patéticos: parecen algo y no son nada, ni soberanos, ni vice lo que se quiera. Puro grandonismo, virtualidad y fachada. He visto los dos colores gobernando aquí; y Fortuna me libre de ver cualquier otro, especialmente si son de color azul clarito con marcas amarillas o signos espantademonios de la victoria. Escalofríos me da que me hagan celta por decreto.
Por cierto, el apellido del autor del artículo aquí glosado, en mi pueblo (queda para eso que llaman suroccidente) significa madera podrida en el árbol, o sea, carne muerta del árbol, que no vale ya ni para leña. No hay mayor imagen de la decadencia.
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