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Higinio

Tontos muy tontos. ¡Y más de dos!

Las páginas de Política (nacional e internacional) de los periódicos pueden rayar a la altura de El Club de la Comedia. También –y no se puede negar- son permanentemente una crónica negra... donde ya no hay apenas nombres de víctimas, sólo de los asesinos.
Esta semana hemos visto, entre muchas fotografías a un tonto muy tonto peleando con un paraguas. Parecía a Forrest Gump... y ¡anda con un maletín nuclear!. También a un traspuesto diputado, auténtico representante de una nación (cultural, que no política... aún), saltarse el reglamento del Congreso de los Diputados, como corresponde a alguien que ejerce la democracia (¿sin normas puede haber democracia?) y se siente depositario de una verdad inmensa por el peso de la historia (perdón: de la Historia). La cara de señor importante que está haciendo historia (perdón: Historia) se cortó cuando le respondieron en la lengua que había utilizado para saltarse el reglamento. Lo pusieron en su sitio: seu senyoria Joan Tardá! y es que la vía “anarquizante” para conseguir objetivos políticos ¿ha conseguido algo alguna vez en algún sitio? No. Al menos nada positivo y sí mucho “sufrimiento socializado”. Hoy, los colegas anti... del BNG y del PNV reconocen que conseguirán algo vía negociación pero no irán así de frente.
Y con ello vengo a lo que ya es mi particular gastritis: un traductor sólo es poco empleo creado: los nacionalismos lingüísticos, ajenos al sentido común y lo práctico pero imbuidos de un destino histórico de origen divino, deben insistir en crear más empleo: así de pronto, por cada grupo parlamentario podríamos disponer de, al menos, traductores de: galego, bable, euskera, fabla aragonesa, catalá (del que habría que desagregar el aranés si de ahí proviniese algún diputá, y, desde luego el valenciá y aún el mallorquí. Pero no queda ahí: el leonés, el andalú, el guanche (silbo incluido) y alguna variedad dialectal más que se me escapa (bable sólo hay uno pero es trino: así de santo es) y que, por el principio de que debemos expresarnos en nuestra lengua materna (yo impongo la lengua en la que se me debe entender) es obligatorio usar en el parlamento de todos (que no de la “voluntad general” pues aquí sólo cabe la “pluralidad”, el “acomodo”, y la apelación a un pasado histórico... que es de miseria en todos los lados: de puta miseria.
En fin: 11 lenguas (dialecto o no, se ve que es una cuestión política y no puramente objetiva: véase valenciano o andalú): 11 traductores, 11 puestos de trabajo a cargo del contribuyente y altamente productivos.
En El Club de la Comedia te ríes. Aquí, además, te ciscas en los antepasados (rancios, seguro) de tanto representante del pueblo, pueblo... de la nación oprimida en una lengua minorizada que, como fue amamantado con ella, se le agrió el carácter. Y los tontos, además, se lo creen. Y les votan. Aquí, en Asturias, un partido con nombre de río cántabro, invita a que le votes para que “sientas tus raíces”. Joder: las raíces inmovilizan a uno. Eso lo sabe cualquier parvulito, que la diferencia entre los seres vivos está en que se puedan mover o no; y los que no se mueven son del reino vegetal. A ver si este reino empezó con Pelayo...

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