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Higinio

Razones contra el multilingüismo (4)

La lengua como barrera.
No hay ninguna duda de que la lengua delimita un marco relacional en términos de inclusión y de exclusión. También es verdad que ese “cierre” no es completo sino selectivo para según qué interacciones sociales: todo el mundo tiene la experiencia de “comunicarse” –con dificultades- con alguien que no comparte el mismo código lingüístico y, mal que bien, intercambiar información.
No se trata de eso. Se trata de quien está en situación de “dominación” (elegida o impuesta por la necesidad) al hallarse en un medio con una lengua que no domina. Se dirá que su obligación es aprenderla si quiere permanecer en ese “territorio” al que ha llegado. Ese es el caso, a fin de cuentas, del que lo “paren” en una cultura determinada. El “inmigrante” es parido (por la necesidad) a un medio, a una cultura nueva a la que debe adaptarse.
Esto, que daría pie a una discusión muy amplia (territorio y lengua; soberanía, patrimonio...) podemos acotarlo al caso específico que vivimos hoy en el Estado plurinacional (sin ser imperio) más increible que tenemos hoy: España.
Hay una lengua para entendernos quienes estamos en ese espacio acotado con fronteras reconocibles por otros Estados. Es la lengua que “mamó” más del 90% de los que actualmente componen su censo de población (descontados, claro está, ese 8% de la población actual llegada después de 1996. Por tanto, sería un 82% del total actual). No obstante servirnos para la movilidad territorial y el intercambio entendido en sentido amplio, hay quien pone ya en duda eso.
Y ahí es donde las lenguas minorizadas como dicen quienes quieren “auparlas” actúan como barreras. La lengua específica del territorio, elevada al rango de “oficial” (o sea, normalizada a fuer de hacer normal su uso y de forzar a “normalizarse” a los vecinos que no fuesen ya “normales”) pasa a ser un requisito para el “inmigrante” –condición a la que accede desde el momento en que traspasa la barrera lingüística- si quiere hacer una vida normal. Y si no, será un foraster amén de español, maqueto, godo o similar. Glorioso.
La lengua como barrera da la ventaja a quien la domina. Claro que se puede decir que es un “mérito” que se alega y, como todo conocimiento suplementario, eleva el valor añadido del producto del trabajador. Otra cosa será que ese requisito sea el fundamento del valor –no “añadido” necesariamente- de lo que produzca el trabajador. ¿Nadie conoce a nadie cuyo único mérito sea hablar la lengua propia? Seguro que sí.
Desde luego, sí conocemos quien queda “por debajo” –demérito, pues- por no tener el perfil: 157 profesores en el País Vasco. Por lo visto son profesores que, la mayoría o todos, deben desempeñar –a medio plazo al menos, se barrunta que a largo plazo ya no necesitarán el español- tareas en las que la lengua única o prioritaria es el español (castellano si nos ponemos “tiquismiquis”). Pero no tienen el perfil... vasco (euskaldun para los puristas del término vernáculo).
¿No es un caso de barrera laboral? ¿Y si para acceder a la subvención a la vivienda o al servicio de sanidad se pide el dominio de la lengua “propia”? No es un disparate. Disparate es que el PSGa proponga vacaciones gratis a los asturianos del occidente (supuestos parlantes del astur-galego) en Galicia para –se supone- una inmersión rápida en el galego.
Y es que lo “mixto” ya no se lleva: o astur o galego. A ver qué dicen ahora Valledor o los de Andecha para preservar la identidá astur. ¿Van a dar vacaciones gratis a los mirandeses de Portugal? ¿O van a justificar aún mejor la petición de oficialidá pal asturianu? Pues ahí hay un ejemplo de que las barreras territoriales son permeables cuando no hay imbéciles que las quieren hacer estancas.

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