Diatriba por la educación (1)
Más que por la enseñanza. Lo primero es más ajustado porque engloba bastante más que lo académico... e implica a la sociedad también. A la sociedad que no es directamente comunidad escolar.
Educar parece que es algo tan connatural al ser humano como comer, procrear o morir. Y es así porque somos animales; mamíferos que atienden a sus crías hasta que se valen por sí mismas. Precisamente se educan las crías para eso: para independizarse.
Pero como humanos hemos trastocado el asunto. Seres sociales con ese artefacto tecnológico que es la cultura hemos descubierto la división social del trabajo y con ello, la delegación de tareas.
Entre los animales (¿irracionales?) es el ámbito familiar y los pares los que educan al neófito. Entre los humanos debieran ser la famila, los pares, los delegados para ello... y el resto de la sociedad también. ¿Por qué? Porque la cultura es asunto de todos y a todos compete.
No es lugar para hacer una exposición de los modelos de educación tradicionales, modernos... pero siempre eficaces. Es seguro, desde luego, que el aprendizaje se realiza por diferentes métodos que van del ensayo y error (experimentación simple) a la indagación racional (experimentación compleja) pasando por la imitación u otras estrategias cognitivas como repetición, condicionamiento... Pero siempre el aprendizaje, por definición, es descubrimiento que produce regocijo y refuerza la actitud para seguir descubriendo.
Pero hete aquí que se necesita un motivo para empezar. Y éste ha sido, es y será siempre la necesidad. Si no se siente necesidad de aprender, simplemente no se aprende.
Y se necesita esfuerzo. El que algo quiere, algo le cuesta. Y ese coste no es dinero (necesariamente), es esfuerzo: dedicación, constancia, volver a empezar...
¿Puede una generación de niños felices, bien cuidados y atendidos tener motivo y ganas de esforzarse? No. ¿Puede una sociedad tolerar esa situación sin arriesgar el futuro? Tampoco ¿Qué hacer?
Educar parece que es algo tan connatural al ser humano como comer, procrear o morir. Y es así porque somos animales; mamíferos que atienden a sus crías hasta que se valen por sí mismas. Precisamente se educan las crías para eso: para independizarse.
Pero como humanos hemos trastocado el asunto. Seres sociales con ese artefacto tecnológico que es la cultura hemos descubierto la división social del trabajo y con ello, la delegación de tareas.
Entre los animales (¿irracionales?) es el ámbito familiar y los pares los que educan al neófito. Entre los humanos debieran ser la famila, los pares, los delegados para ello... y el resto de la sociedad también. ¿Por qué? Porque la cultura es asunto de todos y a todos compete.
No es lugar para hacer una exposición de los modelos de educación tradicionales, modernos... pero siempre eficaces. Es seguro, desde luego, que el aprendizaje se realiza por diferentes métodos que van del ensayo y error (experimentación simple) a la indagación racional (experimentación compleja) pasando por la imitación u otras estrategias cognitivas como repetición, condicionamiento... Pero siempre el aprendizaje, por definición, es descubrimiento que produce regocijo y refuerza la actitud para seguir descubriendo.
Pero hete aquí que se necesita un motivo para empezar. Y éste ha sido, es y será siempre la necesidad. Si no se siente necesidad de aprender, simplemente no se aprende.
Y se necesita esfuerzo. El que algo quiere, algo le cuesta. Y ese coste no es dinero (necesariamente), es esfuerzo: dedicación, constancia, volver a empezar...
¿Puede una generación de niños felices, bien cuidados y atendidos tener motivo y ganas de esforzarse? No. ¿Puede una sociedad tolerar esa situación sin arriesgar el futuro? Tampoco ¿Qué hacer?
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