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Higinio

Diatriba por la educación (14)

Decenas de miles de profesores en las décadas de los 70 y 80. Para EGB (los maestros), para BUP (los “agregados” y “catedráticos”) y para FP (“numerarios de Escuelas de Maestría Industrial”). Y menos del 60% con plaza fija durante muchos años. La precariedad, el trasiego, el desorden normativo, los cambios políticos nacionalchauvinistas y el deterioro progresivo de la convivencia en el centro, llevaron a una situación de abandono profesional generalizado.
Son muchos los factores que se combinan. Llegamos decenas de miles con una preparación para dar clase, nula o casi: mucho (o, al menos suficiente) conocimiento científico para transmitir... pero ninguna habilidad para transmitirlo. El que tenga valor de defender el antiguo CAP (curso de “aptitud pedagógica”) que lo haga: hará el ridículo.
En las aulas “rebotados” sin expectativas de trabajo tras el final de sus estudios (años 70 y, más aún, en los 80). Con una crisis económica, básicamente industrial pero también de redefinición de los servicios, las “reconversiones” y los hijos de los reconvertidos en clase (en los 90, los hijos de los “prejubilados”: malcriados y pedorros hasta la saciedad), no se podía pedir al alumno que fuese una bola de plastilina para modelar: la realidad estaba afuera, como en los expedientes X.
Y, además, el pasmo ante la necesidad de atajar los fallos con una REFORMA que empieza a mediados de los 80 con muy buenas intenciones... pero con un núcleo duro del psicologismo teórico que, pienso, iba por detrás de la realidad y con mucho irenismo (buenas intenciones y creencia en el bien como principio universal y que las personas son buenas y que... ya me entiendes) de base. Una terminología que usaban cuatro adelantados empieza a llegar al grueso del profesorado en siglas, redefiniciones de lo que ya hacíamos, palabros bestias... era la Reforma... que vino con nombre LOGSE, en el 90, 2 de octubre de 1990.
Defensores, detractores, indiferentes, semicríticos favorables y desfavorables... rápidamente se organizó el debate pero con aplicación práctica e inmediata en el aula: desde la apuesta por esa reforma de manera total (con o sin recursos) al rechazo frontal y la prolongación de “lo que hubo siempre” (BUP y FP tradicional). Una idea se impuso: la Reforma “egebeiza” la enseñanza media (o sea, lo que hoy es la “secundaria”)... frente a la que podría haber triunfado: el profesorado es, por fin, dueño de su trabajo y en su espacio. Pues no. Y quizás aquí haya que cargarlo en la cuenta del profesorado. Agobiado, desorientado, desarmado... pero acomodaticio como el que más, prefirió dejar que se hundiese el modelo antes que aprovechar lo bueno. Desde el sindicalismo más cerrado (de derechas pero también reclamado de izquierda, “autónomo” y “de clase” –en este caso de aula, no de clase; no confundamos) se apostó por llevar el agua al molino propio y tantas zanjas se trazaron que al final no hubo agua para todos ni para nadie. El propio gobierno (y los gobiernos nacional-chauvinistas también) vinieron a desmantelar todo y cubrirlo con la manta del “fracaso escolar rampante”. Otra mentira.
Los profes, en general, actuaron de acuerdo (no podía ser menos) con la experiencia acumulada: los que ya habían vivido otras “reformas” –los había que eran supervivientes de las de los años 50, claro- como la del 70 y sus retoques posteriores y que habían perdido la esperanza del cambio. Pero, en general, se abrieron dos posturas en los centros: los profes del antiguo BUP para los que lo académico era lo que tenían que aplicar: “me pagan por enseñar X” y no por aguantar malcriados...; y los de la antigua FP que apostaban por una labor más integral: educar (a veces también “domar”) dado que ya estaban habituados en la FPI a tratar con los “descartes” que lanzaban de la EGB (los “sin graduado”) o que venían del 1º de BUP con todas suspensas o un historial de gamberro.
Continuará...

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