Venir al norte
Norte y Sur son nociones relativas y con significados diversos. En especial más que llamadas a la topografía suelen referir un estado de bienestar material (o malestar) de sus pobladores. Y a fuerza de utilizar el término, como siempre pasa, se desvirtúan. No obstante aquí le vamos a dar un contenido topográfico y circunscrito a nuestro ámbito más cercano.
Decía hace unos años aquella inefable italiana salidona que era Rafaela Carrá que "para hacer bien el amor hay que venir al Sur". Es posible que siga vigente la frase pues ya se sabe: "la caló" invita a destapar cuerpos y la vista es golosa y estimula fácilmente la libido y... todos sabemos lo que viene luego. Aunque no sé si en el más lejano sur, en la Antártida, habría tanta gana... Por el contrario, el Norte es más propio para tapar con la "rebequita" y para los machos la camisa con los botones cerrados y tal.
Pero hete aquí que, además de hacer el amor, hay que vivir y eso implica más actividades primarias, simples y de supervivencia. Entre ellas el comer. Y eso desde hace mucho se sabe que en el Norte (de España) se hace a lo grande y bastante bien hasta que llegó esa nueva cocina que todo lo jode aunque respete el sabor: el minimalismo llega al plato y será un arte, pero el noble arte de palear (dar al cubierto) para la boca se ve perjudicado. Y ya nos decían nuestros padres que no se debe "comer con los ojos" aunque aceptemos que comer es un ejercicio en el que están o deben estar en guardia todos los sentidos. Pero deben predominar el gusto, el olfato y el tacto. Éste no para comer con las manos, sino en las paredes del estómago o en la propia boca: debe sentirse llena y con texturas no abominables.
Aún con esta tontería de la nueva cocina, en el Norte se sigue comiendo bien. NO hay más que ver esos platos de pinchos (lo de escribirlo con "tx" es una gilipollez con raíces pero gilipollez al fin y al cabo) en las barras de los bares o esas cartas y menús en las que las legumbres, la carne, los pescados... invitan a dejar regímenes y tonterías de líneas rectas y espacios planos. Así que, "para comer bien hay que venir al Norte".
Y eso debieron tener en cuenta quienes elaboraron la lista de las ciudades en que mejor se vive: Pamplona, Bilbao y Gijón a la cabeza. Fue la OCU y, una referencia se puede encontrar aquí : Conozco las tres pero más singularmente la tercera, donde vivo. De Pamplona guardo un recuerdo grato de los años 80 y primeros noventa. La revisité el pasado 2006 quince días largos después de San Fermín. La mierda que dejó la marabunta ya se había limpiado pero la mierda que dejaban a diario o mantenían en sus ventanas "reivindicativas" y en las paredes la peste nacionalista me daban una imagen en la que "vivir bien" parece que era para los que impunemente dejaban su señal atemorizando a los otros. No asístí a ningún acto kaleborroquero aunque sí a la persecución de un caco de motos que casi se estrella contra mi coche, a las negociaciones de una prostituta con un borracho en las cercanías de la plaza San Fracisco. Y cené con asco en un restaurante premiado por sus pinchos en años anteriores creo que en la calle Pozoblanco o algo así (por detrás de la plaza del Castillo). El asco me asaltó porque la cocina estaba al lado de los baños y estos daban alojamiento a un emjambre de moscas (no sé si aberchales o llamados por estos para ensuciar el ambiente). En fin, que la ciudad no me atrae para vivir ni aunque los pisos estén baratos.
De Bilbao no puedo decir más que lo anterior y aumentado. Cuando hace tres o cuatro años metí el coche en el aparcamiento de un hotel en Abando sin que me pidiesen carnet ni nada por el estilo sospeché que algo pasaba y no hallo más explicación que las garantías que debía tener el hotel de que ETA no les molestaría. Francamente, vivir con la protección de la mafia (aunque fuese a cambio de tener todas las banderas del mundo detrás de la de Euskadi obviando la española, más el pago de "impuestos" y "arbitrios" revoulcionarios) no es vivir y, en ese caso, es mejor ir a joder al sur y pasar algo de hambre o darse a las ensaladas. El resto, las siete calles y tal, una mierda con tanto pendón en las ventanas y tanta petición de presos a casa para poder homenajearlos bien como héroes de la miseria que son.
No entiendo cómo esas dos ciudades pueden ser mostradas como lugares para vivir. Son ciudades para ir a cagar y punto. Si se valora el acceso a la vivienda debería de reírme. Si se valora la limpieza no sé cómo no aparece en primer lugar Oviedo. Si se valora la "movilidad" en transporte público aunque haya tranvía en Bilbao, no sé cómo se puntuó la quema regular de autobuses y el cruce de contenedores de esos aspirantes a salvapatrias. No sé: sigo sin entenderlo.
Acaso el asunto viene por el patrioterismo chauvinista y, como en Eurovisión, esa encuesta tuvo poca corrección en la muestra seleccionada: votaron más y mejor los propios del lugar que ya, de tanto oler la mierda, no la tienen en cuenta. Y es que de Gijón casi podría decir lo mismo: la basura se recoge diario pero los cerdos persisten; el Ayuntamiento acude raudo a quitar pintadas, pero los imbéciles son más ágiles. Eso sí: no ha -de momento- asturchales en cantidad suficiente como para joder la vida de los demás. Pero los pinchos y demás que apetece comer están ahora iniciando un declive angustioso por el terriblemente descuidado servicio de los camareros: los "autóctonos" suelen ser chicos que han dejado de estudiar o no han empezado a hacerlo nunca y, sin embargo, quieren ganar mil euros o más para tunear el coche o la moto (Yonas, vamos) y los inmigrantes (sean argentinos, colombianos o ecuatorianos) tienen tal desconocimiento de lo que hay que hacer con las manos detrás de una barra que podrán saber escanciar sidra pero tratar al cliente, no.
Si de movilidad hablamos, hay muchos autobuses y bastante bien en frecuencia -soy un usuario adicto a este transporte y bastante contento... pero debería haber líneas que no pasasen por el centro para comunicar los extremos. De la vivienda pues como en todos los sitios: jodido para el que quiera comprar ahora porque el precio se ha multiplicado casi por tres en una docena de años. Y en los otros parámetros más o menos. Eso sí: la seguridad es bastante grande salvo que vayas por sitios equivocados a horas equivocadas: los imbéciles con ganas de gresca los hay en todos sitios pero en algunos lugares y a ciertas horas, la densidad aumenta. El famoso "barrio de La Arena" donde los adolescentes se inician en el alcohol es un lugar donde se concentra la mierda y el vómito los fines de semana.
Gijón cambió totalmente en estos últimos 25 años y eso hay que alabarlo: es una ciudad para una gran diversidad de gentes: viejos, jóvenes, niños... y con una apariencia presentable aunque la limpieza sigue siendo precaria; no por el ayuntamiento, sino por su moradores que desconocen el uso de papeleras, contenedores, puntos limpios y pañuelos propios para escupir. Sí vivir en Gijón y vivir bastante bien es posible, pero también se podría vivir mejor al menos para aprobar ya que encabezar una lista de este tipo supone que muy mal se debe vivir en las otras ciudades que van detrás.
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