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Higinio

DE NATIONALISMUS

Razones contra el multilingüismo (5)

La lengua como negocio.
Si en el anterior artículo hablábamos de la lengua como barrera, ahora vamos a verla como “chollo”... para quien la maneja.
Menudean los artículos de prensa sobre la lengua como generadora de riqueza centrados especialmente en el español o castellano (este segundo nombre, como se sabe, es para “andar por casa” pues fuera de aquí es español y punto). En esos artículos se insiste en que la “comunidad lingüística”, koiné es ya de por sí un factor económico: las empresas españolas fueron a la reconquista de Iberoamérica (y en un momento crítico, con la deuda y los riesgos que había) precisamente por la ventaja que da esa lengua común; a su vez los inmigrantes iberoamericanos de menos recursos (Vargas Llosa –padre e hijo- y otros así pueden ir a Londres) también vienen adonde “controlan” con la lengua.
Pero es que también la lengua es negocio en otros aspectos. Ejemplos.
1) Parece que va remitiendo la manía de poner nombres en inglés a los negocios que tienen una clientela potencial juvenil. Ya no somos tan gilipollas como para creer que Boyte’s es más guay que, por ejemplo, La Escalera. Lo de Peluqueros Hortera’s sería otro ejemplo: la moda estaría ahí y no en Barbería Manolo. Pues ahí ya tenemos un ejemplo de cómo el uso de la lengua tiene una orientación mercantil clara: busca un segmento de mercado.
2) Todo el mundo quiere que se le hable en su lengua, que se dirijan a él en la lengua que entiende. Así, pues, cuando más mundo haya como receptor, mayor es el negocio que se puede hacer en el discurso (publicitario, informativo...) hablado y escrito. Los publicitarios, se ganan honradamente (a veces) la vida retorciendo los lenguajes, el escrito y el oral también. Por eso, además, les llaman creativos. Los escritores también. Y los editores... En Barcelona, por si no se sabe, se editan dos tercios del total de libros publicados en español y en España.
3) Todo el mundo quiere, a su vez, que el resto del mundo hable la lengua que el hablante domina. Porque quiere hacerse entender, claro. Y esto es especialmente agudo cuando uno cree que está en el sitio que tiene que estar y que llegó antes o lo parieron ahí y eso le da derecho a exigir que se le entienda. Dice, además, que si no se le quiere entender que, entonces, “puerta”. De esta forma el que no entiende la lengua de esos que estaban antes o se va (y deja el sitio a un “autóntono”) o pasa por el aro.
4) Otra fórmula para el caso contemplado en 3) es cuando “importa” y mucho lo que tiene que decir el hablante al oyente (o el escritor al lector). Para eso nace la figura del traductor. Ya se sabe que en ese trapicheo algo se pierde siempre, aunque no sea el traductor el que se lo quede: traduttore, traditore. He ahí un oficio con futuro en España: estudie usted lenguas peninsulares y tendrá el trabajo asegurado. Hasta es posible que de lacayo-intérprete de alguien que se presenta a elecciones y todo.
Pero de este caso 4 el personaje que más simpático me resulta es el de ese escritor en lengua vernácula, minorizada, oprimida... que se empeña en escribir en una lengua para cuatro por lo que ha de mendigar (sí, ha leído usted bien: mendigar, pedir, rogar, suplicar...) una ayudita a los antipáticos políticos que no hacen nada por la lengua vernácula y dejan que se muera un caudal impresionante de cultura (casi siempre más bien tradición y hasta objeto de museo, pero...). Esa magra ayuda apenas permite imprimir unos pocos miles de ejemplares que se regalan a las instituciones, colegios, bibliotecas públicas y amigos. Luego, si se quiere recuperar algo la inversión hecha, se traduce a la lengua imperial, dominante, opresora... y para que eso del traductor no acabe en traición, pues se le encarga la traducción al mismo escritor en lengua vernácula, por lo que cobrará otra pequeña ayudita para su sostén. Luego, en la lengua imperial se puede, incluso, hasta tener éxito. No es imposible, desde luego: historias inverosímiles, nacionales, internacionales, interculturales, universales... de lo propio y de lo extraño pueblan el universo del libro. Decía un historiador ¿? navarro (perdón, era vasco pues se sentía sólo vasco) a propósito de una historia (en español la segunda edición, la que alcancé a leer) de Sangüesa que “toda historia local es historia universal”. La frase queda muy bien. Es posmoderna sin ser pija. Hasta puede pasar por de izquierdas; y, si se me apura, altermundista. Lástima que el “poderoso caballero” se interponga siempre entre el ideal moral predicado y la necesidad de “dar/comer trigo” (en vez de cebada).

Razones contra el multilingüismo (4)

La lengua como barrera.
No hay ninguna duda de que la lengua delimita un marco relacional en términos de inclusión y de exclusión. También es verdad que ese “cierre” no es completo sino selectivo para según qué interacciones sociales: todo el mundo tiene la experiencia de “comunicarse” –con dificultades- con alguien que no comparte el mismo código lingüístico y, mal que bien, intercambiar información.
No se trata de eso. Se trata de quien está en situación de “dominación” (elegida o impuesta por la necesidad) al hallarse en un medio con una lengua que no domina. Se dirá que su obligación es aprenderla si quiere permanecer en ese “territorio” al que ha llegado. Ese es el caso, a fin de cuentas, del que lo “paren” en una cultura determinada. El “inmigrante” es parido (por la necesidad) a un medio, a una cultura nueva a la que debe adaptarse.
Esto, que daría pie a una discusión muy amplia (territorio y lengua; soberanía, patrimonio...) podemos acotarlo al caso específico que vivimos hoy en el Estado plurinacional (sin ser imperio) más increible que tenemos hoy: España.
Hay una lengua para entendernos quienes estamos en ese espacio acotado con fronteras reconocibles por otros Estados. Es la lengua que “mamó” más del 90% de los que actualmente componen su censo de población (descontados, claro está, ese 8% de la población actual llegada después de 1996. Por tanto, sería un 82% del total actual). No obstante servirnos para la movilidad territorial y el intercambio entendido en sentido amplio, hay quien pone ya en duda eso.
Y ahí es donde las lenguas minorizadas como dicen quienes quieren “auparlas” actúan como barreras. La lengua específica del territorio, elevada al rango de “oficial” (o sea, normalizada a fuer de hacer normal su uso y de forzar a “normalizarse” a los vecinos que no fuesen ya “normales”) pasa a ser un requisito para el “inmigrante” –condición a la que accede desde el momento en que traspasa la barrera lingüística- si quiere hacer una vida normal. Y si no, será un foraster amén de español, maqueto, godo o similar. Glorioso.
La lengua como barrera da la ventaja a quien la domina. Claro que se puede decir que es un “mérito” que se alega y, como todo conocimiento suplementario, eleva el valor añadido del producto del trabajador. Otra cosa será que ese requisito sea el fundamento del valor –no “añadido” necesariamente- de lo que produzca el trabajador. ¿Nadie conoce a nadie cuyo único mérito sea hablar la lengua propia? Seguro que sí.
Desde luego, sí conocemos quien queda “por debajo” –demérito, pues- por no tener el perfil: 157 profesores en el País Vasco. Por lo visto son profesores que, la mayoría o todos, deben desempeñar –a medio plazo al menos, se barrunta que a largo plazo ya no necesitarán el español- tareas en las que la lengua única o prioritaria es el español (castellano si nos ponemos “tiquismiquis”). Pero no tienen el perfil... vasco (euskaldun para los puristas del término vernáculo).
¿No es un caso de barrera laboral? ¿Y si para acceder a la subvención a la vivienda o al servicio de sanidad se pide el dominio de la lengua “propia”? No es un disparate. Disparate es que el PSGa proponga vacaciones gratis a los asturianos del occidente (supuestos parlantes del astur-galego) en Galicia para –se supone- una inmersión rápida en el galego.
Y es que lo “mixto” ya no se lleva: o astur o galego. A ver qué dicen ahora Valledor o los de Andecha para preservar la identidá astur. ¿Van a dar vacaciones gratis a los mirandeses de Portugal? ¿O van a justificar aún mejor la petición de oficialidá pal asturianu? Pues ahí hay un ejemplo de que las barreras territoriales son permeables cuando no hay imbéciles que las quieren hacer estancas.

Razones contra el multilingüismo (3)

La lengua que he mamado.
Una de las cuestiones que refuerzan la “identidad” es el énfasis en “las raíces”. Hay demasiado vegetal (que no vegetariano) que pasa por ciudadano, o sea que se reconoce humano con derechos civiles y políticos (y hasta sociales también).
La condición de ciudadano sólo es asimilable (genéricamente) a humano muy recientemente. Sensu stricto ciudadano es el miembro de la polis en la que participa (y no sólo por que esté avecindado). El ciudadano tiene una patria que son las reglas de juego del demos, de la polis. Y en la medida que esas reglas de juego (Constitución las llamó ya Aristóteles) son para un territorio delimitado por unas fronteras, pues se puede extender la patria a todo ese territorio. Pero, ¡ojo!, no el territorio per se, ni siquiera como fuente de recursos (eso lo hacen ya los animales territoriales).
Expresiones como “hacer patria”, “la tierra”, etc. apuntan a esa condición de vegetal: es donde se arraiga, donde se echan las raíces. Y uno de los aspectos “radiculares” es la “lengua que se ha mamado”. Otra cosa es que eso, además sea siempre así.
Y es el caso de tanto imbécil (más algún hijoputa social del mismo tenor) que ha nacido a una lengua “vernácula”. No. Y mucho menos quienes ahora tienen entre 35 y 60 años. Y si lo afirman, mienten.
Otra cosa es la imaginación: dos días que estuvieron con los abuelos en el pueblo y cuatro palabras que oyeron en otra lengua que no era el castellano, y esa es la lengua que han mamado. O, si los padres de críos los llamaban “nano”, “ninot” “neno” o “nin”. No mucho más era lo que “mamaban”. O sea un habla particular.
La lengua vernácula la aprendieron mucho después y en el magín la llevan muy atrás. Y como los tiempos actuales vienen preñados de felicidad para las identidades plurales pues ándele usted: desde el panocho al asturgalego, pasando por el euskara o el montañés.
Salvando un 10% de la población española actual, el español (o castellano para los más plurales) fue la lengua materna de todos hasta los que nacieron en la década de los 70, que ya fueron “nazionalizados” en la escuela autonómica.
La imaginación y la memoria (selectiva) pueden hacer madre a cualquier lengua. La realidad es otra. Pero no ofendamos a los que declaran madre putativa a una lengua “minoritaria y minorizada”. Los tiempos de “liberación” a través de la exhibición han llegado. No son el final de los tiempos pero sí la llegada de los “nuevos bárbaros”.

Razones contra el multilingüismo (2)

La lengua como seña de identidad.
No es la primera vez que me refiero a ello. No será la última. La lengua es, antes que nada, un medio de comunicación. Y la comunicación es un acto social. Y en ese acto social somos “individuos” protagonistas “identificados” o, al menos, “identificables”.
La lengua es un sistema de signos, desde luego. Pero no es, ni mucho menos, el único sistema de signos en el que se “transmite” esa magnífica segunda naturaleza humana, la cultura.
Sí es cierto que a través de la lengua nos llega una buena parte (acaso la mayor parte) de la cultura en la que “nos arrojan” al nacer... o –raramente- elegimos voluntariamente. Pero tampoco es el único medio para recibir la cultura.
Entonces ¿por qué la lengua ha de ser el “alma” de la cultura? Desde luego es la base sobre la que se construyen auténticos monumentos culturales (estamos celebrando un “cuatrocientos aniversario” de una obra indisolublemente unida a una lengua).
Los científicos nos dicen que la lengua que “mamamos” nos modela la mente. Parece que eso se ha comprobado hasta en la lateralización cerebral de los japoneses. Desde luego, la lengua nos modela el pensamiento (algo más estrecho que “la mente”), tanto por la recepción de buena parte de los conocimientos, como la posibilidad de expresar y crear a partir de lo que conocemos.
Pero ¿qué razón hay para que la lengua sea mi carnet de identidad? Porque si es así, hay que reconocer que “el analfabetismo -como decía El Roto en una viñeta- es nuestra identidad”. Basta ver cómo se escribe hoy. Hasta quienes han pasado por la Universidad. Yo, Higinio... (póngase ahí un montón de circunstancias que son “mi yo”) ¿soy la “ñ”?. No. Soy la ñ, hablo español no por una elección, como tampoco soy blanco y, ahora mismo, canoso, por elección. Ergo ¿cómo puede ser mi identidad algo que me han impuesto? Aunque luego haga una elección “estoica” de aceptar lo que se me ha impuesto y me afirme. No deja de ser aplaudir por las ataduras. En otro tiempo, había imbéciles (les pongo una etiqueta porque eso era “su elección”) que gritaban vivan las caenas.
Pues quien hace de la lengua su identidad, está diciendo eso. Es, por tanto, gilipollas.

Razones contra el multilingüismo

Lo que no es lo mismo que razones por el monoligüismo. Entendámonos. Se puede vivir en un país “plurilingüe”: en cada territorio se utilizará la lengua respectiva en según qué contextos... y una, en todos de forma común. Pero multilingüe es otra cosa: cualquier lengua en cualquier territorio de ese país.
¿Bélgica?. Vale. Son dos, el francés y el flamenco y es posible. Eso sí: puede ocurrir que el interlocutor sea un payaso con “micropoder”, como aquel guardagujas de los ferrocarriles belgas que aún sabiendo que le informaban de un choque inevitable, como no se lo dijeron en “su” lengua (se supone que se “atentaba contra su identidad”) el muy imbécil, colgó el teléfono interno. Hubo víctimas. No recuerdo la fecha exacta pero fue hace unos pocos años.
¿Suiza? Vale: son cuatro y hasta sería posible. Lo cierto es que como no se mueven mucho más allá de su cantón, no pasa nada y en la realidad les basta con saber la lengua del cantón y el inglés.
¿Canadá? Bueno. Son dos lenguas (no se tienen en cuenta las indígenas, que sería muy complicado) y como la chulería francófona es tal, hay algo más de la cuarta parte de la población de Québec (creo que un 27%) que se niega a aprender y, por tanto, a hablar, el inglés.
Igual se me escapa algún otro país ultrademocrático y ultraguay que de plurilingüe se pase a multilingüe. En cualquier caso, hablamos de tres países desarrollados, con alto nivel de renta y ejemplo para muchos: Bélgica, un país en desguace que sólo lleva una docena de años como federación pero ya ha tropezado con que el distrito central es “exigido” ya por una de las dos partes: hay que “nacionalizarlo” flamenco. Suiza es un país que existe, sí (todos hemos oído hablar del bollo suizo ¿no?) pero ¿es realmente un país que cuente en el mundo? Se dirá ¿y para qué tiene que contar salvo para sus ciudadanos? Eso lo dice, claro está, cualquier imnbécil; no una persona sensata y normal. El caso es que Suiza tiene el vergonzoso récord dentro de los países democráticos y desarrollados en haber admitido a la mujer con plenos derechos políticos en ¡1971! cuando se le permite votar por primera vez en las elecciones generales. También es de todos conocido su presidente y su primer minsitro, ¿verdad?. En fin: no nos engañemos, es un país de cuento en el que se guarda dinero y todos han acordado desde siempre favorecer eso porque les conviene (y porque al ser montañoso es sumamente peliagudo invadirlo; si no fuera por eso, Suiza, no existiría. Por cierto, para izquierdistas románticos: Suiza es tremendamente conservadora... y Calvino estuvo allí, donde quemaron a Servet por decir lo que pensaba).
¿Canadá? ¿Cuánto más va a durar? ¿Cuánta paciencia van a tener los anglófonos y aquellos francófonos “normales”? Es posible que si el ALCA se apura, Canadá salte en pedazos y los de Québec regresen a ese mundo feliz en el que ni los herederos de Scarlatta O´Hara del otro sur reaccionario quieren vivir ya.
Así, pues ¿Quién quiere ser multilingüe? Los tontos de una esquina de un continente que quiere ser tan plural y tan simpático (el continente) que nos van a mear encima y nos vamos a escojonar. Esa esquina, de momento, la llaman los de afuera España; los de dentro ya empiezan a llamarla Estado Español, retomando la expresión querida por un militarote de bigotillo fascistoide, de voz aflautada pero de talante un poco cabrón. Y esa denominación la dicen sin empacho hasta los que forman parte integrante de ese Estado, por ejemplo Honorables, Leendakaris, y gilipollas asimilados. (Continuará)

Las cárceles de Euskadi...

... no son particulares; cuando llueve se mojan, igual que las demás. Pero el Sr. Consejero de Interior, Joseba Azcarraga, ha dicho que aunque no tenga competencias sobre el sistema penitenciario, son competentes como el que más y ahibalahostia, Josechu -José Luis ZP-, que me voy a montar media docena de cárceles así como así. Oyes tú.
Se van a cerrar las tres existentes (una por provincia, perdón, territorio histórico) y se van a crear seis. Lo de ofrecer la información por vía reglamentaria para qué; con mis dos cojones lo suelto y si el ministro “español” quiere saber de qué va la cosa, “que se pase por la capital del mundo y se tome unos chiquitos y así le explico lo que podemos hacer”. Y de paso que vea que la capacidad de “albergue” es grande: como para meter unos “ochocientos o mil” más de los que hay.
No quiero ser impertinente, pero ¿no son aproximadamente tantos como esas cifras los hijoputas sociales –ver artículos correspondientes- del gatillo, la serpiente y el hacha. Bueno, esos “chicos que se han desviado” que decía el otro hijoputa en las campas de Salburúa.
Vaya. Así que la perspectiva es conseguir el acercamiento de presos en lo que se coincide con la hez de esa famosa sociedad vasca que ve a esos chicos como “presos políticos” (coinciden, sí, con algunos políticos, es cierto, en que tienen grados y medallas por hijoputas; y también en que se creen algo siendo solamente PURA MIERDA). Acercarlos, ponerles un apartamento temporal por una semanita o quince días y luego, por la buena conducta nazionalista a la calle que para eso somos soberanos.
¿Qué no? A ver... Sí, a ver qué tratado “internacional” con un estado asociado puede obligar a cumplir obligaciones de Justicia penal. ¿Que la antigua “potencia colonial” quiere y exige que se cumplan las penas? ¿Y qué? ¿Vamos a arreglarlo a tortas Miren a Serbia: se puede matar, perseguir, violar, acosar a serbios, pero no a albanokosovares, que a esos, por ser más pequeños, los protege el matón de la OTAN.

(NOTA: utilizo la “ch” para ese fonema "tx" porque escribo en español y, además, porque pa chulo yo también que, aunque no sea vasco, también tendo dos “cojones” ¿passsa?)

¿Sueñan los imbéciles con cabras eléctricas?

No lo sé, pero el futuro que resulta de su diseño bien puede ser tan asfixiante como en la novela de Phillip Dick. Eso sí, ¿qué les vamos a decir los humanos ciudadano a ellos que han visto las lunas de la nación?
La literatura de ciencia-ficción nos habla siempre de otros mundos, pero están en este, que decía –creo- Paul Eluard. Y tanto.
Y ficción es la patraña nacionalista que los imbéciles sueñan. ¿La nación es lo natural, como dicen? NO. Y aunque lo fuese ¿qué? ¿Somos nada más que animales?
La nación es una construcción –irracional en buena medida- social. Y su legitimidad no ha de venir de una supuesta acomodación con la Naturaleza. Si acaso con algún aspecto “natural” de la sociedad: la regresión a estadios “más manejables” de asociación en torno a la sangre y la familia. Y el de la territorialidad como animales que estamos estrechamente atados a los recursos, siempre escasos. Ahí radica lo natural de la idea de nación. A partir de ahí todo es artificial y artificioso.
Los símbolos para aglutinar a los congéneres con los que se comparten esos rasgos “naturales” de sangre... incluso la forma concreta de la capacidad “natural” del lenguaje: la lengua. Eso es “artificial”.
Y lo es el mito del pasado que soporta el (siempre a priori) futuro: el futuro diseñado exige un determinado pasado: de desgracia y penuria (con algunas gotas de heroísmo) para los “futuros de liberación”; de héroes y victorias para los “futuros imperiales”. Siempre igual. En todos los sitios igual: el discurso de “queremos ser/seremos porque hemos sido.
Y lo es la forma de aglutinar las voluntades de construir país. Sea en movimientos, sea en grupúsculos conspiradores. La voluntad, el deseo... Una pulsión animal perfeccionada por el humano que la transforma en querer y querencia a través de una racionalización que incluye el cálculo y no se limita sólo al impulso instintivo.
Y si al decir de los posmodernos, (artificieros contra la modernidad ilustrada del universalismo igualitarista) todo, T-O-D-O es símbolo y la cultura un texto “deconstruible” pues artificial y artificioso.
Así que de natural, nada. Mal que le pese a X. Rubert de Ventós que reniega de esa “construcción artificiosa” que fue el Estado.
Pues yo bendigo y aplaudo el Estado. Él me hace ciudadano (humano con derechos y deberes) y me libera de ser súbdito de la tribu.

Un secesionismo más

Miro alarmado la proclamación de “autonomía en la perspectiva de la autodeterminación” que han hecho con un gran consenso interno decenas de miles de bolivianos del Departamento de Santa Cruz. Mi alarma va porque ya hubo incidentes violentos entre los que sí quieren la autonomía, cambas, y los que no, coyas.
Y me alarma también que es claro el motivo: los ricos, cambas, no quieren compartir con los pobres, coyas. Nada nuevo: Escocia, País Vasco, Padania, Cataluña, Eslovenia y Croacia (en la antigua Yugoslavia)... no quieren que el fisco del Estado les “esquilme” para repartir con los otros... aunque siguen esperando que estos “otros” compren lo que ellos producen: el mercado que la burguesía constituyó en estado-nación, debe quedar como mercado y nada más. ¡Para eso está la globalización, coño!
Evo Morales, coya, ya alentó el enfrentamiento con demagogia, mucha demagogia, en el asunto de la producción y exportación del gas boliviano. Y apeló a un nacionalismo patriotero que no sienten por igual indígenas y criollos. Ni siquiera el recuerdo de la derrota ante Chile y Perú que les cerró el mar se pudo construir esa “nación” boliviana que el propio Bolívar “separó” al regalársela a Sucre.
No es nación más que para el ejército (acantonado y a la espera de instrucciones de La Paz) y los gobernantes (oligarquía también: para qué vamos a negarlo). No es nación, pero es un Estado. Un Estado que debería (debe) garantizar la Constitución y los derechos de los ciudadanos todos. Y los que quieren “secesionarse” tendrán que plantearlo de acuerdo a las reglas. Porque las reglas también son parte de la práctica democrática. Sin reglas, por muchas mayorías que haya, sólo hay Demagogia. La que ya denunciaba Aristóteles como corrupción de la Democracia.
Trozos de estados hubo, hay y habrá que enseguida se quieren unir a otro Estado porque conviene a la minoría secesionista (mayoría en su territorio, minoría en el conjunto del Estado). Así lo pretendían Moldavia, Macedonia (por no citar serbios en Bosnia, croatas en Bosnia, serbios en Croacia...) o incluso los ucranianos dividos entre los dos últimos candidatos a la presidencia. Nuevamente las “identidades”: antes borrego que ciudadano.
En fin. Que no sea nada. Espero el análisis del Gara y de Otegui: ¿con quién estarán? ¿con los coyas, que son los “pobres de la tierra”? ¿con los cambas que son los “autodeterministas”?. A tomar por el culo, nacionalistas...

Neolengua para un país plural

Al paso que vamos (a la carrera, sin duda) es urgente plantearse una lengua koiné (en castellano: "de coña") para entendernos en el Estado español. Quiero aportar mi granito de arena al entendimiento en la pluralidad-diversidad o en la pluralidad diversa/plural diversidad. Podríamos empezar por consensuar de manera tolerante una expresión equivalente, por ejemplo jaula de grillos Etxe-Girgiluako kaiola o gàbia de grills (y me quedo sólo en estas dos expresiones frente a las otras 8 o 10 posibles por la urgencia que presentan estas naciones auténticas, históricas, probadas, santas et cetera) para el Estado español, que antes fue España, Hispania, Iberia...
Luego continuaríamos por acordar con máximo espíritu dialogante y consensuador, con algún verbo, dado que en toda lengua el verbo es el que expresa la acción. Y acción es lo que necesitamos, que ya estamos hartos de tanta parsimonia y tranquilidad transicional en estos últimos 25 años.
Y el verbo que yo propondría para enseñar en todas las aulas desde el principio sería uno que no ofendiese a aquellos nacionales cuya lengua materna no es latina como el resto. El bable que llaman asturianu, mal que pese a los celtófilos, es una (y trino) lengua latina.
Podría ser, por ejemplo, este, :
Yo plural
Tu monolític
Hura monolitiko / Bera monolitiko
Nosotros plurales
Vosaltres monolitics
Haiek monolitken / Berak monolitken

Una vez que se domine este verbo, podríamos pasar al verbo, Elkarrizketan jardun-diàleg, que es irregular y no tiene forma negativa: todo el mundo dialoga, no hay nadie que no dialogue. Su significado siempre depende del contexto, y es el verbo más ambiguo de la neolengua o decoña.
Finalmente, recordar que es obligado su conocimiento para todos los funcionarios del Estado, estén donde estén, pues en caso contrario deberán conocer las otras 7 lenguas oficiales, semioficiales, reivindicadas o lo que sea. ¡Ah! y con sus dialectos y variantes, por lo que el negocio futuro está en un Home english exclusivo para aspirantes a una plaza de funcionario en el paraíso políglota.

La lengua es ya un territorio...

En el año del centenario de Dalí he experimentado el surrealismo mismamente en mi mismo. Ayer. A las 11,25 horas. En Tineo. Sí. Pero no fue Dalí quien me lo mostró.
Confieso que provoqué la situación con más agresividad de la que debiera. En 10 minutos intenté despacharme ante un autor literario famoso (está en los 15 minutos de fama a que todos tenemos derecho; espero que le duren más, desde luego). El tema: mi debilidad, la lengua –el bable- como arma además de medio de relación (aunque asesino y víctima entablan una relación, claro está).
El caso es que el autor, reconocido ya en España, antes en Asturias y, por sus aspiraciones en título (Historia universal de....) y alabanzas críticas, pronto en el mundo mundial, me reprochó mi traición (no dijo esa palabra, pero con ella abrevio) a la lengua que es propia del lugar del que soy, en el que estoy y que –le confesé- mamé de pequeño.
Extraña era la conversación: comenzó en “amestao” o sea el asturiano realmente existente. Pronto, al saber mi exacta procedencia pasó a la “variante” del bable que yo debería hablar. Conscientemente, seguí hablando un poco más el “amestao”, para pasar enseguida a un correcto castellano (me traiciona el acento, lo sé, pero no el uso del mismo). La conversación era en dos lenguas y nos entendíamos... a lo que parece, porque en realidad no, no nos entendimos. Sonó el término castellano “colonizado", que debería aplicárseme porque (se supone) mi conciencia no sabía de la traición (repito, el término es mío) que estaba perpetrando. Y eso, porque apunté que mi elección por el castellano era consciente.
¿Soy cipayo? ¿soy pied-noir? Me queda la duda. Y eso, ciertamente me produce zozobra. Así que no me extraña que me endilgase también, que “por autoestima debería reconsiderar mi opción. Además... “pena de chavales” (quiero entender, pena de chicos a los que doy clase).
Bien, mis diez minutos de surrealismo, que no de fama (ni me importa ésta: tiene servidumbres como que cualquier arrepiezo se te acerque agresivamente y te diga que no está de acuerdo contigo). Luego vino la reflexión sobre ello. Sé que me disculpé (y lo hice de corazón, aunque suene cursi) por mi agresividad, que él mismo me había denunciado un segundo antes.
Y de esa reflexión salen estas líneas... y el convencimiento de que yo sigo R que R o sea que el nacionalismo lingüístico (aunque esto es, desde luego, una redundancia) necesita, como buen hijo del Romanticismo, sentirse víctima, buscar y denunciar al verdugo, y atrincherarse en ese organicismo místico de un “cuerpo vivo” –nación, pueblo... chavales- que necesita ser redimido de quien está clavando su bota sobre él.
Sí, la lengua como territorio. Se lo señalé: el bable como “currietchu” (corralito, para entendernos) para cuatro aprovechados: el yacimiento de empleo que necesitan algunos titulados sin trabajo. Yo, lo siento: colonizado, pero no culonizado.

Café diferente para cada taifa

Ya está bien de café para todos. El encaje (¿de bolillos?) de algunas taifas en el imperio almohade que llamaban España, requiere que el estatus político de cada territorio sea “a la carta”, para mantener la pluralidad. Y es que –no se olvide- la “nación” es algo natural, como los granos en el culo, por ejemplo. Y el pueblo, también. También es natural, como la sarna o el sarro en los dientes. Bueno estaba Aristóteles con aquello de zoon politikon. No. El hombre es un animal-nacional, un animal-pueblo. Es una ley universal (es más, si es universal es porque antes es “local”, claro está).
No hace falta ser muy despabilado para apreciar algún problemilla de los que ocurren entre vecinos, porque a eso se reduce la convivencia tras la acomodación. Vamos a dejar de lado los problemas que surjan de los “espacios comunes” de la vivienda y la contribución a su mantenimiento, algo que puede ser difícil de resolver porque el “coeficiente” de ocupación dela vivienda es diferente. Vamos a dejar de lado, también, aquellos problemillas derivados de compartir (uno a cada lado) el tabique/frontera que separa así como aquellos efectos perniciosos que el vecino hace en su casa pero que “sufre” el de al lado. Vamos a dejar de lado -es mejor- las posturas unilaterales cargadas de razón (individual, personal) con que cada vecino acude a la reunión. Vamos a dejar de lado, desde luego, aquellos problemillas derivados de la decisión sobre la urgencia del gasto, de la reforma del edificio común, de las mejoras, etc. Y dejemos también de lado, el estado de la fachada y del portal, imagen de la comunidad para los de afuera. Tampoco entremos a tratar las normas para la convivencia que cada cual interpreta a su favor y que será costoso acudir a los tribunales cuando el chulo del cuarto diga so cuando la norma dice claramente arre.
Lo que no será ningún problema, desde luego, es la existencia de “selecciones nacionales”, ligas nacionales en las que el Barça juegue con el Berga F.C. o el República Sociedad con el Atletic Club de Lejona (ya es posible ver jugar al Real Oviedo con, por ejemplo, el Cangas del Narcea). Tampoco será ningún problema la creación de una lengua para asegurar la diferencia (ya están inventadas y ¡cómo no!: son tan naturales como el respirar) y que sirva de peaje en la visita al vecino para pedirle una taza de azúcar. En fin, no será problema que cada cual tenga su “caja” de la Seguridad Social para prestar el servicio adecuado a “sus” ciudadanos: la mayoría, al jubilarse, se largarán a sus lugares de origen, al piso de donde salieron, y así se pagarán menos pensiones: sólo a los “nacionales”.
Sí es probable que sea un problema eso que es tan natural, tan natural, que siempre se compara con otra cosa tan natural: la envidia y la tiña. Un vecino envidioso es un enemigo peligroso. Cuidado con él en la escalera o en el garaje cuando se apaga la luz. ¿Sabe mucha gente qué hacía Franco Tujman mientras acudía a la presidencia colegiada de Yugoslavia?. Compraba armas a Alemania. Está grabado. Eso sí: el “pecado” es de los servicios secretos serbios, que lo grabaron.

Berrido en la taifa asturiana

Si la semana pasada era el gemido en la taifa asturiana, hoy es el berrido de apareo de un macho de la misma especie: vaya usted al periódico La Nueva España del sábado 8 de mayo, y busque la entrevista a Joan Puig que declara sin empacho (hasta pone cara de póker en la foto) “Cataluña no es insolidaria, muchos asturianos conviven con nosotros”. Dice, para concluir, que con Andecha Astur (por cierto, tienen que ir pensando en cambiar el conjunto vocálico //ch// por otro más autótono) hay un pacto para representarla en Madrid.
El comienzo es genial: disculpa por no hablar en asturiano. Fíjese usted hasta donde llega la gilipollez. Está pidiendo, claramente que, en Cataluña, háblele usted en catalán. Si no lo sabe discúlpese y háblele... en castellano/español. Con suerte lo tomará a bien. Como estamos en campaña para las uropeas hay que ser amable y quitar hierro a eso de la financiación y el victimismo del sobrepago de Cataluña. Y aquí, esos socios se lo creerán ¿no estaban manifestándose por la independencia con socios que piden prejubilaciones que jamás se pagarían con lo recaudado aquí?. El nacionalismo, todos los nacionalismos, son incoherentes. Porque es en el borde difuso (de la imbecilidad) donde mejor se desarrollan: la promesa del futuro paradisíaco, la melancolía del pasado, la visión negativa del presente reprimido... A la hora de la verdad, la realidad choca con el discurso para agradar orejas ya preparadas. Pero no importa, se hace por una buena causa: la nación, la patria, el corralito para los nuevos dirigentes que han sido luchadores y sobreviven a los mártires...
Pero ¿se ha dado cuenta usted si ha leído el artículo –no lo puedo reproducir sin incurrir en demanda- de esa sutil variación: “Cataluña” como sujeto, y luego “asturianos” como el sujeto de la segunda oración?. Yo, si fuese del club del gemido estaría mosca por no reconocer mi antigüedad y el título de comunidad histórica... ya que la salida por la tangente a la penúltima pregunta de la entrevista abunda en ello.
Sobre el dominio del lenguaje en el berrido nacionalista, no se olvide que son filólogos la mayoría de los machos en berrenda. Con la colaboración especial de los relatores del mito pasado, generalmente llamados historiadores.

Gemido en la taifa Asturias

Un lamento el sábado pasado (2 de mayo) de un soldado de la pluma (diría mejor, del urdenador) La simetría de Asturias me ha producido gases en el estómago y tengo que dejarlo anotado aquí. Y prefiero soltarlos poco a poco, en eruptitos en vez de ciscarme, como sería lo correcto y lo rápido; por salud. No, no: mejor poco a poco.
El lamento va porque los asturianos (o Asturias: bajo las dos formas me veo implicado en el asunto) no somos ya nadie en este Estado que es España, que fue Hispania, después de ser Iberia y, siempre, apéndice geográfico y extremo de Europa, que lo es de Asia. Sí, adonde llegaron unos negros que se llevaron por delante a los últimos europeos (que se habían refugiado en este apéndice de Eurasia) y que luego se blanquearon... y algunos les creció el cráneo en el más perfecto aislamiento prehistórico que hoy reivindican como el summun de la perfección. Y no somos nada porque estamos ¿? en decadencia: económica, social, demográfica, etc. No somos nada. Como mucho, segundones en agricultura. La imagen de la familia ¿casa Usher? venida a menos sale aunque el autor no la mencionase.
Además estamos ¿? descolocados ante el nuevo e inminente 1035, el resurgimiento de las taifas, ahora cristianas. Y es asturfóbico quien no le guste la gaita (si la música es un ruido especial, el de la gaita, para mí, ¡sólo para mí! no llega a eso: lo siento). Y se llama Tini si, además, baila la sardana o las sevillanas (mira por donde, yo tampoco me entusiasmo: y si de castellets se trata, me gusta cuando se caen: reconozco que soy la hostia de raro). Pero yo no soy Tini. Soy, eso sí, jacobino. Y mecagon las taifas o, por mejor decir, en los que las estimulan. Sería almohade si no fuese tan irreligioso y si creyese que a estos taifeños por acción o por omisión se les pudiese parar. Como no lo creo, soy solamente un glayón. Pero tchorar, lo que se diz tchorar, no.
Como no me dan argumentos para ver la mejoría en el desarrollo de la taifa, no me lo creo. ¿Acercar a la ciudadanía el gobierno y el poder? ¡Ja!. El ejemplo más claro y cercano, los Ayuntamientos. ¿Están cerca del vecino? ¿De qué vecino?. Si se trata de tener acceso fácil a la administración, no es necesaria una parafernalia de “descentralización” de poder: la administración es una cosa y el poder es otra. ¿Nuevo feudalismo? Ni siquiera: mejor caciquismo. Y nada más. Yo lo veo aquí (Taifa de Asturias, año 23 de la resurrección del Gobernín del 37) donde el amiguismo de origen político, familiar o de paisanaje está a la orden del día. ¿Habrá que citar lo que pasa en las otras taifas, sean de la tribu que sean? Amos anda.
Yo no debo ser asturiano (me importa un huevo, eso sí). Y es que me resultan patéticos: parecen algo y no son nada, ni soberanos, ni vice lo que se quiera. Puro grandonismo, virtualidad y fachada. He visto los dos colores gobernando aquí; y Fortuna me libre de ver cualquier otro, especialmente si son de color azul clarito con marcas amarillas o signos espantademonios de la victoria. Escalofríos me da que me hagan celta por decreto.
Por cierto, el apellido del autor del artículo aquí glosado, en mi pueblo (queda para eso que llaman suroccidente) significa “madera podrida en el árbol”, o sea, carne muerta del árbol, que no vale ya ni para leña. No hay mayor imagen de la decadencia.

Lengua y derecho natural

El artículo debería titularse Nacionalista para decir tonterías, pero una persona a la que respeto como intelectual no aconseja estos excesos verbales (ni otros más bravos que me saldrían si no tuviese tres filtros puestos).
Ya hay mucho dicho sobre capacidad neuronal y defensa de la identidad tribal. Mucho. Pero todavía nos quedará por ver. Mismamente el sesudo discurso que se deja ver en la entrevista que hoy 6 de marzo de 2004 publica La Nueva España al candidato de un partido (o agrupación folklórica) Andecha Astur Germán Abad con el título La lengua propia es un derecho, y un derecho ni se negocia ni se pacta.
Suena con la rotundidad de las palabras del cura en sermón de Semana Santa: Jesús muere para salvarnos a todos. Petición de principio: la lengua de los asturianos es el asturiano. ¿Seguro? ¿Sólo es asturiano el que tiene por lengua materna el asturiano? ¿Cuántos asturianos hay entonces? Apostaría que ni siquiera tantos como votos va a sacar en estas elecciones.
Señor Abad (y lo digo sin coña, porque el apellido como la lengua se te imponen y punto) puede que usted sea más asturiano que yo (si lo dice, yo no se lo discutiré): yo simplemente vivo aquí desde hace 38 años (con la interrupción de un año que viví fuera de aquí, y mis cinco primeros años de vida). O sea: si me preguntan de donde soy, digo que de Asturias. Tampoco me importa ser o no asturiano: se me pide que contribuya con trabajo e impuestos en el lugar en que estoy avecindado. Lo hago. Ambas cosas. ¿Me puede usted pedir “ser asturiano”? ¿Qué derecho natural o positivo va a alegar usted?
Aún más. Y en sintonía con lo que otro luchador nacionaliego de pro: X.Ll. Arias decía días atrás: el asturiano va a desaparecer porque no hay una decidida acción política para su defensa. Se está pidiendo implícitamente una “inmersión lingüística” como me tocó vivir en otros lares. Decisión política que comenzaría por la “oficialidá”. IU incumplió su compromiso, dice usted, al llegar al poder “abandonando las señas de identidad de los asturianos”. Siendo oficial, tenemos ya un derecho ¿natural? y (entonces) positivo al que no tendría más remedio que someterme... para seguir viviendo aquí. Eso sí: la libertad ante todo; la libertad de largarme (no sería exilio porque no me echarían de “mi/su tierra”: me iría por no “integrarme”) no me sería negada.
Y es usted (y gente de su grupo, como aquella portavoz en Llanes que abogaba por un “artista de aquí” para hacer los “cubos de la memoria” –cito de una entrevista radiofónica hace ya tiempo-) quien va a repartir los “carnés de asturiano”. Desde luego, a quien hable asturiano. Pero ¿en qué se parece su bable del que mamé yo desde los cinco años? ¿Me va a venir con la milonga sentimental ( y que comparte un convecino mío que tuvo responsabilidades de gobierno, precisamente con ese intelectual que cité más arriba) de que ese asturiano –jamás bable, que se prodiga en plural- es puramente divino: tres en uno (como también un magnífico lubricante)?. Bailemos un vals...
Es una lástima que universitarios que han tenido posibilidades y acceso a la cultura, se hayan dejado embaucar (y embauquen, a su vez) por discursos “nada liberadores” más que de entelequias. O bien nos hemos quedado instalados en el XIX, o bien actuamos de mala fe: las gentes que necesitan liberarse es de otro tipo de opresión –siguen siendo clase, pero no tribu- “capital”, no la opresión de algo que les hace la vida más sencilla y llevadera, como es una lengua con la que comunicarse con más gente, que abre más posibilidades. ¿Es que sumergir –inmersión implica eso- a la gente en una neolengua va a dar trabajo a “educadores”? ¿Sí? Acabáramos, señores catedráticos, lingüísticas –de Lengua Española, habitualmente-, profesores de Lengua/Llingua... Ustedes tienen la vida resuelta. Busquen otra estrategia para que otros la puedan resolver sin exigirles un precio por la “liberación”. Sin promesas de paraíso aquí con cambiar la normativa de la lengua... u otras que busquen crear “corralitos” (en mi pueblo, diríamos currietchos: lo digo para que sepa de qué parte vengo). Saludos.

Lengua y territorio (4)

Las gentes que “mutan” en pueblo, como individuos tienen la cualidad humana de pensar. Y en ese ejercicio toman conciencia de la realidad que les rodea. O que les presentan/venden como que les rodea (en este caso la facultad de pensar es sustituida por la de creer).
La realidad inmediata del individuo, decíamos, es un territorio, la gente y una cultura que, contra lo que se pudiese pensar, es más amplia que la representación simbólica del presente: se prolonga hacia atrás en esa memoria colectiva que llamamos Historia. Un relato fabricado en el presente que se refiere e interpreta el pasado. Lo que, por otra parte, no le resta cientificidad, sólo credibilidad cuando el relato va unido a un proyecto social no compartido ampliamente.
Asumir esa cultura, si no toda, en gran parte (descontemos, claro está, la aportación generacional que no se corresponde con la propia generación del individuo) es formar parte del colectivo. Pero el colectivo exige más: que se defienda esa cultura. Y ese colectivo también delimita el ámbito espacial de la cultura (a veces, también el espacio temporal: hasta esta o aquella época). En esa delimitación se establece lo “políticamente correcto”: el estándar de la cultura patrimonial. Lo demás es heterodoxia, disolvente y peligroso o, simplemente, irrelevante.
El ámbito espacial coincide con la comunidad lingüística actual o pasada, real o figurada. Los filólogos abren brecha, que continúan antropólogos e historiadores. Rematan los etnólogos. En una fase última, entran también biólogos, zoólogos y botánicos. El territorio cultural es, ¡cómo no! un ecosistema en que todo es diferente de lo que hay al otro lado de la frontera... cultural. Especies animales y vegetales que generan razas singulares (caballos o gallinas asturianas o vascas, vacas... o gusanos o helechos) irrepetibles y tan sagradas como que son una muestra de la biodiversidad natural, o sea son VERDAD NATURAL. También son una muestra de ese hecho diferencial que, ¡lo que son las cosas! nos hace diferentes (y, entre nosotros, mejores). Esa diferencia, por otro lado, es la muestra de que LA HISTORIA UNIVERSAL, SE ESCRIBE COMO LOCAL. LocaliaTV, seguramente.
En la confusión, la frontera territorial que la comunidad labró (o le impusieron: en la larga historia de las gentes hay de todo...) pasa a ser frontera natural: si no son especies son, al menos, “variantes”, razas claramente diferenciadas. Y al ser algo natural, amigo, ya no hay apelación posible. Bueno, acaso con una ayudita de la divinidad (como ese pueblo elegido... para matar y ser matado en un movimiento pendular que, si su dios existe, es para apearlo de la inmortalidad a hostialimpia). Ayudita que sólo reondea lo que ya se dispuso que sea: este colectivo es único e irrepetible. Pero no porque cada individuo lo sea y, por tanto la suma de ellos ha de serlo también. No, no es el caso: el colectivo ya sabemos que es más que la suma de individuos. No: es irrepetible porque tiene una historia detrás que es irrepetible: nuestros mártires no son los vuestros. Es más: son mártires porque vosotros fuisteis sus verdugos...
Por eso, en aquellos relatos en los que el territorio está integrado en la cultura -la territorialidad- el peligro de hipóstasis de la comunidad es enorme: la tierra regada con sangre o la tierra de los antepasados... Es aquello de “defenderé la casa de mi padre...” de Gabriel Aresti ¿comunista antifranquista? ¿comunista abertzale? Ejem.
Todo lo anterior cabe en una expresión: a la pregunta de ¿de dónde eres?, quien esto suscribe siempre dijo “de Asturias”. Aquellos a quienes pregunté y luego me han demostrado una querencia territorial grande, me han respondido con el genitivo tal cual y el verbo ser en primera persona: soy (asturianu, galego, basco, catalá, andalú.... Tienen, además, una tendencia irrefrenable a exigir un pentecostés para todo el mundo, porque sin el reconocimiento expreso de su singularidad lingüística (lo que exigiría para todos un don de lenguas amén de la negación de un código lingüistico conocido y compartido por los interlocutores actuantes).
No sé quién puede tener razón en este pleito. Pero yo en la tierra, en Asturias (y estuve afuera, sentí la extrañeza de un lugar diferente) tengo lazos con las personas, con el suelo no. Y si las personas con quien estoy más o menos atado, están en otro lado, yo también voy a ese lado. La tierra da de comer y sirve para enterrar a los muertos. Es la base para caminar, pero también para especular con ella como suelo. No, no me “apega”.

Lengua y territorio (3)

Cuando tomamos estos tres elementos, cultura, gentes y espacio como un todo lo llamamos pueblo. Y le asignamos un adjetivo “determinante” que es quien, en realidad, lo “substantiviza” y (recalco) determina su significado: el pueblo...vasco, galego, catalán, español... Como este término, pueblo, ha sufrido un fuerte desgaste desde el romanticismo decimonónico (y el uso torticero que de él hicieron algunos marxismos y otros totalitarismos) hoy es “políticamente más correcto” decir sociedad. Pero ahí el salto semántico es demasiado grande y se precipita uno por simas desconocidas. No obstante, se admite cada vez más. Como el puenting.
Si aún le añadimos a ese todo un “proyecto político” aparece otro término nación. Y la ideología consiguiente (construcción racional de ese proyecto político) es el nacionalismo.
Casi tenemos la totalidad de conceptos que constituyen la urdimbre del nacionalismo. La trama la da el uso de la historia como Historia, es decir, como relato mítico de la memoria colectiva. Y es aquí donde se introducen conceptos como “dominación”, “explotación”, “libertad(es)”, “mártires” (héroes), etc. Y otros de cariz moral: buenos y malos, luchadores y colaboracionistas.
Muy recientemente en su contraofensiva internacional como respuesta a la “diplomacia” (de elefante en cacharrería en general) del PP, los herederos de Batasuna y proetarras, AuB, dan un ejemplo de esos usos del lenguaje: Compruébese como ejercicio recapitulatorio. También ahí aparece la lengua minorizada como recurso para aunar voluntades.

Lengua y territorio (2)

Una cultura es el producto material y simbólico de unas gentes en un espacio, en un territorio. Por tanto, una lengua “se da” en un lugar, en un territorio.
Acotarlo no es fácil: las fronteras son en ese aspecto muy muy permeables porque las gentes llevan consigo esa parte tan íntima de su cultura allí donde van. Y, además, como decíamos, la lengua es vehículo de comunicación. Y hay que comunicarse continuamente... y en las fronteras hay que llegar a “acuerdos” para el intercambio. Desde luego, se impone el que está en situación de imponer “su producto” porque el otro lo necesita. De ahí que también haya una aspiración “política” a la autosuficiencia, a que las gentes “de dentro” se autoabastezcan. El fronterizo es, por eso, mimado y mirado con desconfianza a un tiempo. Se le alecciona para que sea barrera desde dentro y se le intenta ganar desde afuera para que sea un facilitador de la entrada.
Las lenguas no tienen más territorio que el que se le impone a sus habladores. Y la imposición es siempre política. Se le llama normalización. Normalizar es poner normas a la lengua –normativizarla-, a su uso, y hacer normal (habitual)ese uso.
Pero la norma es siempre “conservadora”, “fosilizadora”.
Hay, no obstante, un enemigo “interno”: la nueva generación, los jóvenes. Su identidad generacional empieza en el vocabulario, atentando contra la lengua de sus mayores. Aquí es difícil “territorializar” la lengua. Aún así se intenta en la escuela. Y el lubricante para que “no duela” esa imposición es siempre una apelación a la memoria de los mayores, a la “cultura propia”. ¿Cómo no van a ver ese territorio que es la escuela como algo impuesto? ¿Cómo no van a rechazar esa “normalización” del vehículo de la cultura de sus mayores contra la que ellos mismos se están rebelando?
(continuará...)

Lengua y territorio (1)

Una lengua es vehículo de comunicación y de cultura. Fue la comunicación dentro del grupo lo que nos hizo humanos y con ella hicimos cultura y la cultura nos hizo más humanos, más alejados de nuestros antepasados biológicos.
Lengua y cultura van, pues, de la mano. Y la muerte de una supone la muerte de la otra.
Como la cultura es el medio en el que nos desenvolvemos los humanos y necesariamente nos adscribimos a una (nos paren en una)hay que asumir el hecho de que la desaparición de una cultura es un trauma para sus “moradores”. Pero a lo largo de la historia esto ha ocurrido miles de veces (depende de la escala o zoom que manejemos). Es aconsejable en este sentido leer el libro de Miguel León-Portilla La visión de los vencidos sobre esta tragedia entre los aztecas.
Y no siempre esto se ha debido a una “invasión”, “ocupación” o “desplazamiento”. No: la aculturación es un fenómeno que ocurre también por contacto, por el mero intercambio cultural. ¿Qué fueron los íberos y aún antes los tartessios sino un producto de ese contacto cultural entre neolíticos peninsulares y los comerciantes que se asentaron en factorías costeras? Nótese que su “ocupación” del territorio fue sólo puntual en la costa y, sin embargo, su “influencia” se extendió hacia el interior. Esos neolíticos vieron cómo cambiaba su forma de vida y seguro que hubo “perjudicados”. Y mucho: las sociedades cambiaron radicalmente y se estructuraron de otra forma, más jerárquica.
La llegada de los romanos –esa sí fue una invasión y ocupación- fue aún más traumática: la romanización supuso un cambio cultural “brutal”: se perdió prácticamente toda la cultura anterior. Y así una y otra vez.
(continuará...)

La identidad vende en política...

Los serbios apoyan ampliamente (más de la cuarta parte de los votos) la opción política ultranacionalista y que exculpa a quienes están siendo juzgados hoy en La Haya. Tengo para mí que esos “presuntos” criminales de guerra no son los únicos culpables del desencadenamiento de la misma: el fallecido Franco Tujman (croata, también nacionalista) y sus seguidores también participaron con ahínco (se sabe que estaba comprando armas en el extranjero cuando era miembro de la presidencia colegiada de Yugoslavia). Y Alia Itzebegovic hablaba de una Bosnia “musulmana” en un país, Yugoslavia, donde la etnia constaba en el pasaporte pero no impedía una mezcla amplia (más de la mitad de la población, como media: dos de cada tres en la ciudad). Por cierto: la Croacia “libre” estuvo ampliamente apoyada por los miembros de la “diáspora”, especialmente los argentinos. Y su independencia, acelerada por Alemania (eufórico Khol por el derrumbe del comunismo y la absorción de la “otra” Alemania. Luego vino la guerra.
En Rusia las peores opciones apuestan por el nacionalismo panruso y su enfrentamiento a otros nacionalismos sedicentes y secesionistas: la obsesión de y por Chechenia es un ejemplo. Putin es lo que es por sus concesiones a la galería nacionalista.
El indigenismo latinoamericano es otra forma de nacionalismo, ahora que el “criollismo” ya no tiene sentido y “la nación” que creó las Repúblicas ya no se reconoce. Ese criollismo tuvo su momento final en las protestas contra “la nueva reconquista” que Telefónica y otras capitaneaban. Ahora sólo le queda el recurso a los colores de los equipos de fútbol y selecciones nacionales.
El fundamentalismo árabe es también un nacionalismo étnico: una identidad para sobrellevar la desgracia de unos jefes de clan metidos a políticos del siglo XX (o XXI) ineptos e ineficaces.
Por todas partes el nacionalismo, la identidad construida (construir país) frente al enemigo que de forma aviesa ahoga el futuro de “mi” tribu.
Pero ¿no será ese pasado que se jalea desde la actual melancolía –enfermedad grave debida a una subida de los humores fríos- el verdadero enemigo? ¿Somos conscientes de que en el pasado había la misma tasa de hijosdeputa que hay hoy? ¿Sabemos que Aitor, Breogán, Abraham y tantos “patriarcas” tenían también su lado oscuro de auténticos hijosdeputa? ¿No servirá ese pasado a los intereses del cacique y sus sacerdotes que así monopolizan los ritos comunitarios, además de los sustanciosos ingresos por los impuestos? ¿No es tremendamente “barato” encender la mecha llamando a la “defensa del país” a los jóvenes? ¿Más “libertad” en la independencia junto con más “solidaridad”? ¡Ja!.